Editorial | El fracaso de la Fiscalización
El relevo en la Comisión de Fiscalización es un imperativo ético y político para frenar la impunidad
La Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional, llamada a ser el eje del control político y la búsqueda de la verdad frente a los hechos de corrupción, ha perdido rumbo y credibilidad. No puede seguir presidida por alguien cuyo accionar levanta sospechas y mina la confianza en el trabajo legislativo. La transparencia que exige el país no se garantiza con discursos vacíos ni con espectáculos bochornosos como la reciente convocatoria a un prontuariado, cuya comparecencia no aportó nada y terminó por degradar la seriedad de la comisión.
Resulta inadmisible que el órgano más importante de control parlamentario permanezca pasivo, cruzado de brazos, mientras las mafias enquistadas en el Estado saquean hospitales, instituciones y presupuestos que deberían servir a la ciudadanía. Esa indolencia no solo hiere la institucionalidad: perpetúa la impunidad.
La crisis de confianza en las instituciones no se resolverá con cálculos políticos ni maniobras para ganar tiempo. Se requieren decisiones firmes y una de ellas es el relevo inmediato de la presidencia de la Comisión de Fiscalización. No es un gesto simbólico, es una exigencia ética y política. Solo así la Asamblea podrá recomponer la legitimidad perdida y asumir su verdadero mandato: fiscalizar sin complacencias, destapar la corrupción y responder a la demanda ciudadana de justicia.