Editorial | Dragado del Guayas, eterno pendiente

El fracaso reiterado del dragado evidencia incapacidad y genera sospechas y desencanto ciudadano

El dragado del río Guayas se ha convertido en una deuda vergonzosa que ninguna administración provincial ha sido capaz de saldar. Ni la actual prefecta ni sus antecesores han cumplido con esta obra imprescindible para reducir las inundaciones en las cuencas del Daule y Babahoyo, que año tras año arrasan con cultivos, viviendas e infraestructura. Lo único que se repite con puntualidad es el fracaso: contratos suspendidos, recursos públicos desperdiciados, litigios interminables y, en ciertos casos, un manto de sospechas de corrupción que erosiona aún más la confianza ciudadana.

El nuevo anuncio de crear una mancomunidad con Manabí y Los Ríos para reabrir el proceso de contratación no despierta entusiasmo, sino escepticismo. Los habitantes que pierden cada temporada sus bienes y su sustento no necesitan más mesas técnicas ni discursos, sino obras tangibles y resultados verificables.

El tiempo apremia: en apenas cuatro meses llegará el invierno y con él la amenaza de desbordamientos de los ríos. Seguir postergando el dragado es condenar a la población a un calvario previsible. Esta obra no puede continuar siendo botín electoral ni pretexto para experimentos administrativos; debe ser ejecutada con rigor, transparencia y urgencia. Porque lo que se arriesga no son intereses políticos, sino la seguridad y la dignidad de miles de familias guayasenses.