El atraso como rasgo
Quito espera su metro, Guayaquil su puente del Sur, las dos ciudades, una carretera óptima que las una. Y, ante todo, Ecuador espera políticos que renuncien a las loas para construir obras que estrenarán sus sucesores’
Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultura, plurinacional, que se organiza en forma de República y se gobierna de manera descentralizada e ineficiente. El ineficiente no está en el artículo 1 de la Constitución, pero debería estarlo.
A juzgar de los atrasos y despilfarros de recursos públicos con los que se construyen las obras del país -las pequeñas y las emblemáticas-, la ineficiencia es casi un rasgo de identidad del país. No para sentirse orgulloso, sino para tenerlo claro a la hora de elegir gobernantes que prometen infraestructuras magnánimas.
Sin hablar de promesas al viento como aquel tren playero que iba a llevar turistas y mercancías por la ruta del Spondylus, hay proyectos de calado que llevan décadas esperando a subir en la lista de prioridades. La Aloag-Santo Domingo, el puente Sur de Guayaquil, el dragado del río Guayas, el agua de Durán, el Metro de Quito... El papel sirve muy bien para vender futuro, progreso e ilusiones. Lo criticable no es que la falta de recursos condicione estas obras, sino que ninguna autoridad haya renunciado al ego de cortar la cinta de inauguración. Nadie se embarca en construcciones que requieran más de un mandato, porque para qué invertir recursos de una gestión cuando las loas y las fotos se las van a llevar las siguientes.