Editoriales

¿Todos armados?

'El comprensible miedo generado por el notable incremento de los asesinatos está dando lugar a propuestas propias del populismo penal y también a xenofobia’.

De ninguna manera. Nadie debería creer que la solución a la inseguridad es que todos los ciudadanos porten armas. No se trata de convertir a las ciudades en el “Lejano Oeste”, donde cada cual con su revólver al cinto resolvía los conflictos o se defendía de las agresiones a balazos. Lo que hay que hacer es desarmar a los delincuentes. 

Es evidente que, por diversos mecanismos, los malhechores están en capacidad de proveerse de armas sofisticadas y de cualquier calibre. Esas redes deben ser descubiertas y desmanteladas lo más pronto posible y, al parecer, la Policía Nacional está en capacidad de lograrlo.

Tampoco parece conveniente asumir las propuestas de quienes plantean un incremento de las penas llegando hasta la posibilidad de poner en vigencia la pena de muerte. Bien se sabe, por la experiencia de los países donde se aplica, que los delitos continúan y que la amenaza de perder la vida no genera un efecto disuasivo. 

Sin embargo, mirando la realidad del abandono en las áreas rurales, sí parece conveniente permitir que en el campo se abra la posibilidad de poder contar, legalmente, con armas de fuego, para disuadir las distintas modalidades delincuenciales que en esa zona ocurren. Por lo demás, la lucha contra el delito debe involucrarnos a todos, ciudadanos y gobiernos.