Xavier Flores Aguirre | Benjamín a través de los años

Un indignado Benjamín Carrión advierte que sus cartas tienen por destinatario un país “adormecido por todas las falacias”
El lojano Benjamín Carrión (1897-1979) es la figura señera del pensamiento ecuatoriano en el siglo XX, que vivió lo suficiente para decepcionarse de su pueblo.
Benjamín Carrión era un hombre esperanzado: escribió numerosos libros sobre el Ecuador (ensayos, biografías, antologías de poesía), fue periodista, diplomático y político (ministro y legislador, candidato a la vicepresidencia de la República en binomio con Antonio Parra Velasco), fundó la Casa de la Cultura Ecuatoriana y sostenía que un país pequeño como el Ecuador debía aspirar a ser “una gran potencia de la cultura, porque a eso nos autoriza y nos alienta nuestra historia”.
Durante los años 1941-1943 Benjamín Carrión escribió en un extinto diario de Quito (El día) unas cartas dirigidas al Ecuador.
Por aquellos años gobernaba este país el presidente Carlos Alberto Arroyo del Río y en enero de 1942 había sido firmado el Protocolo de Río de Janeiro. En el prólogo del libro que recopiló estas cartas, titulado justamente “Cartas al Ecuador”, un indignado Benjamín Carrión advierte que sus cartas tienen por destinatario un país “adormecido por todas las falacias” y presa de un secretismo con el que “se encubrió la mediocridad, la pereza, la inepcia”. Estas citas corresponden a su decimosegunda carta, que llevó por título “Sobre la vocación nacional: Inclinaciones morales del hombre ecuatoriano”.
La indignación de Benjamín Carrión era contra los políticos del Ecuador: por un lado, él identificaba al “buen pueblo nuestro -el más resignado, el más manso de los pueblos del mundo-”; y por el otro, a “los ladrones, traidores, ineptos o farsantes que han acaparado el poder y el presupuesto en diversos períodos de nuestra historia”.
El propósito de Carrión al publicar esta recopilación de las cartas al Ecuador era “mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y su miseria; la lepra no se cura escondiéndola con guante blanco”. Esta frase (original del escritor peruano Manuel González Prada) fue el epígrafe de su libro.
El argumento de Benjamín Carrión era de una simplicidad dórica: el pueblo ecuatoriano se esforzaba, luchaba, y en muchas ocasiones hasta triunfaba, pero finalmente se terminaban por imponer “los ladrones, traidores, ineptos o farsantes” que son unos cuantos que conformaban “la intriga de camarilla o de trinca”. En definitiva, el pueblo ecuatoriano era un pueblo heroico, unos muchos bondadosos que sufrían siempre la frustración de sus triunfos por la perversidad de unos pocos.
Benjamín Carrión publicó una segunda serie de cartas con el título “Nuevas cartas al Ecuador” entre 1956 y 1960, durante el gobierno de Camilo Ponce. Carrión intentó la publicación de una tercera serie, pero se lo impidió la muerte en 1979.
Sin embargo, el tono de su prólogo para esta tercera serie deja muy en claro el desengaño sufrido por Benjamín Carrión de ese pueblo ecuatoriano que él había idealizado en sus cartas de los años cuarenta. En el prólogo, Carrión hablaba de este país “de mestizaje inconcluso y honda desconfianza mutua” y hacía una lapidaria descripción de los ecuatorianos: “ociositos y tristes, eso es lo que somos”.
Benjamín Carrión, al final de sus días, decepcionado por sus compatriotas.