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La vacuna que nos mata

Avatar del Rubén Montoya

... un brazo de los narcos entrega “protección” a cuanto emprendedor tenga un negocio en las zonas que controlan...’.

El peor flagelo que nos ataca en estos días no son los coletazos de la pandemia ni los corruptos que conforman nuestra clase política, sino el narcotráfico. Hay un error grave cuando lo etiquetamos como un grupo desalmado que tiene un negocio dañino. El narco es una organización delictiva cuidadosamente diseñada, que tiene ramificaciones sorprendentes e interacciones estratégicas. Por algo es la cara más exitosa del crimen or-ga-ni-za-do.

Es complejo analizarlo, pero tomemos solo una arista para dimensionar la magnitud de su estructura: tiene un ejército de adeptos que cumplen ocupaciones varias y no solo es dedicarse al cultivo, acopio, transporte, vigilancia y distribución de estupefacientes. Necesita crear redes de tareas y captación de recursos que le permitan mantener el entramado de roles y su supervivencia como grupo. Un ejemplo: muchos de sus integrantes están dedicados a la extorsión y sus ramificaciones, una de las cuales es el sicariato.

Lo que poquísimos medios, entre ellos este diario, ha denunciado desde hace semanas, en relación con las llamadas “vacunas extorsivas” es de una gravedad mayúscula. El método no es nuevo, pero ahora se muestra prolífico: un brazo de los narcos entrega “protección” a cuanto emprendedor tenga un negocio en las zonas que controlan. Les obligan a contratarlos para darles seguridad. ¿Y de quiénes van a defender a los comerciantes y propietarios? Pues de ellos mismos, los piadosos vigilantes.

En las zonas que no salen en el “modelo exitoso” que es el Guayaquil de los puertos santanas y los adoquines hasta en el aire, los narcos dan ‘protección’ a miles de negocios; los precios van desde los US$ 40 mensuales e incluyen a comerciantes informales. Si no lo hacen hay un menú para elegir consecuencias: amenazas diarias, agresiones, torturas, secuestro, muerte…

Hace más de un año, la Policía Nacional dio cuenta de las decenas de miles de sirvientes del crimen organizado que había en nuestras cárceles. Pregunté entonces: si allí están encerrados 25 mil soldados de los narcos, ¿cuántos están afuera y qué hacen?

La respuesta empieza a mostrarse en forma de vacunas. Pero estas no curan.