Rendición vergonzosa

Tenemos unas fuerzas del orden de adorno: debemos ser el único país del planeta que ha renunciado al ejercicio legítimo de la fuerza como respuesta al caos’.
Décimo octava jornada de paro y un país inerme normaliza la barbarie y cada día le apesta menos. Como si no fuera con él, con sus autoridades y ciudadanos, Ecuador muestra de qué costuras está hecho. Malhecho.
En Quito apedrean buses y desalojan a sus choferes al grito de “¿para qué saliste hdp, no ves que es por vos que protestamos?”. En Ambato, los nuevos dueños de la ciudad dan salvoconductos para circular. Cuenca está sitiada y a punto de que los delincuentes asalten casas y no solo negocios; allí se evidencia que existen hordas que aprovechan el paro para sumarse al terror: roban, vejan, destruyen sin miramientos propiedades públicas o privadas. Como pasó en Puyo la semana pasada.
La violencia sin control que auspicia y alimenta el discurso indígena tocó también a los militares, como el viernes anterior en San Antonio de Pichincha y antier en Shushufindi, donde hubo un muerto. Solo en esos casos se indigna el presidente Guillermo Lasso, pero sus respuestas suelen ser fugaces: 24 horas después de repeler a los golpistas, el sábado volvió a hincar la rodilla. Y se sumó a un ‘diálogo’ de sordos, de necios, de marionetas. No ha sido un diálogo, sino una rendición vergonzosa. De él y del Estado, o sea de todos.
¿Por qué es una rendición? Porque los indios han sometido a las instituciones de remedo que tenemos: los presidentes de las funciones del Estado, y los ministros delegados, cumplieron a cabalidad su rol de monigotes: no hablan, no protestan, no argumentan. Y porque, además, tenemos unas fuerzas del orden de adorno: debemos ser el único país del planeta que ha renunciado al ejercicio legítimo de la fuerza como respuesta al caos.
¿Por qué es vergonzosa? Porque quieren echarlo, y Lasso lo sabe. El país lo sabe. Y por eso, mientras el Gobierno va sumando concesiones, los bárbaros van modificando pedidos para alargar el deterioro y mantener al país tal como lo quieren: en vilo, desabastecido, temeroso. Sobre todo temeroso, pues el miedo y la violencia se llevan de maravillas: quien tiene lo primero pronto reacciona con lo segundo. Y cuando eso pase, Lasso querrá ser echado no solo por los golpistas…