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El presidente sin retorno

Avatar del Rubén Montoya

Su ida y vuelta denunciando a asambleístas presuntamente corruptos, que le pedían canonjías a cambio de apoyarlo, no es un desliz ni un error: es un horror...

Suelen decir que hay situaciones de las cuales no se regresa. Algunas son discutibles y otras no tanto. Pedro regresó de una traición, de las peores, y su maestro terminó encargándole levantar una Iglesia que aún está viva. En materia de deberes públicos, difícilmente se vuelve a la posición inicial de privilegio.

¿Se puede regresar después de traicionar la confianza ciudadana? ¿Se puede después de robar, mentir o jugar con la honra ajena? Supongo que todo dependerá del carácter moral de una sociedad: mientras más fuerte este sea, menos tolerará los desatinos de sus autoridades.

En nuestro caso, el de Ecuador, no sé si el presidente Guillermo Lasso pueda volver del hueco en que ha caído el valor de su palabra y de su cuidado al gestionar la cosa pública. Su ida y vuelta denunciando a asambleístas presuntamente corruptos, que le pedían canonjías a cambio de apoyarlo, no es un desliz ni un error: es un horror que no puede ni debe quedar en las telarañas del silencio. Ni siquiera aquí, tierra de corruptos y de la peor impunidad posible que es el olvido.

Las justificaciones que el presidente da y que los presuntos delincuentes aceptan son muy pobres. La posible razón es que quiere los votos de PK para salvar a su Consejo de la Judicatura. Pero él dice que lo hizo porque se lo contaron “terceras personas”; y ellos, a través de su abogado, olvidan la ofensa y sostienen que estaba “mal informado por asesores que dan pena”.

Pena, y solo para empezar, debería darnos tener un jefe de Estado que de líder no tiene ni la “l”. Y unos asambleístas que no parecen tener respeto por sí mismos: los acusan de delincuentes y no se inmutan. ¿Acaso lo son? ¿O demandarán al presidente por haberles endilgado un delito sin tener pruebas?

Un presidente muy rara vez está mal asesorado, y si lo está, es su responsabilidad. Él tiene las asesorías que quiere y merece, escoge lo que le conviene y representa. Le pasa lo que a todos: nuestras decisiones revelan lo que queremos y, sobre todo, lo que somos. Los asesores son a un presidente, lo que la sangre a las arterias: su esencia. Y de eso, ni siquiera en Ecuador, se vuelve.