El mal de los indiferentes

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'Hordas de mediocres, pulcros y obedientes, que creyeron no mancharse de sangre solo porque no apretaron el gatillo. O encendieron el horno…’.

Era, como hoy, un jueves de finales de enero. Hace 75 años. Un batallón de soldados rusos entraba al que había sido el mayor campo de exterminio en la Segunda Guerra Mundial. En las barracas, encontraron casi 3.000 prisioneros, la mirada perdida, la esperanza rota, la piel adherida a los huesos. Despojos humanos, ateridos pero vivos, como símbolo de la resistencia al genocidio.

Luego hallaron casi 350.000 trajes de hombre y 800.000 vestidos femeninos. Más de un 1’100.000 personas incineradas. Solo en Auschwitz… Para liquidar a los judíos, los nazis idearon “La Solución Final”, un plan que consistía en ‘cazarlos’ por Europa y trasladarlos hasta 7 campos de exterminio, la mayoría en Polonia. Allí los gaseaban y cremaban: primero las mujeres y los niños; luego, los hombres más débiles. El genocidio acabó con 6 millones de judíos, la tercera parte de todos los que habitaban en el planeta.

¿Cómo un pueblo culto, emprendedor y laborioso permitió tanta barbarie? ¿Cómo la Alemania de Kant, Beethoven y Goethe escribió la página más cruel de toda la historia?

Hannah Arendt, la filósofa que más a fondo estudió la tragedia, sostuvo que algo tan monstruoso pudo darse porque el mal anida en todos y más en quienes tienen tendencia a obedecer. Puede estar en cualquiera y él puede volverlo una rutina con tal que deje de pensar. “La triste verdad es que el mal se realiza por personas que no se deciden a ser buenas o malas”, sostenía.

Hitler, entonces, necesitó no solo de los militares. Su diabólico poder estuvo en los millones de jóvenes, profesionales, amas de casa, burócratas, obreros, maestros o comerciantes que miraron para otro lado. Hordas de mediocres, pulcros y obedientes, que creyeron no mancharse de sangre solo porque no apretaron el gatillo. O encendieron el horno…

Por eso no debemos olvidar aquel jueves de enero de hace 75 años. Porque el antisemitismo está volviendo. Porque el Holocausto judío, como todos los holocaustos, nos minimiza como humanidad; nos envilece, nos hiere. Y porque sus autores también fueron personas comunes. Obedientes. Quizás personas como usted o como yo. Personas indiferentes.