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El legado de una vida

Avatar del Rubén Montoya

Alguien como él volará hasta donde lo hacen los que dejan un legado que trasciende el regalo de respirar: los que más que vivir, honran la vida

Le recomiendo este libro -me dijo-, tiene su estilo, le servirá.

Era de Régis Debray y pesaba kilos. Fue un viernes al cierre de la edición y él se fue cargado de varios, que leía con la voracidad curiosa de un niño. Yo desaparecí en mis refugios de playa y debo haber dormido de cara a la luna sin otra agenda que el cielo y las mareas. El lunes cuando nos reunimos para discutir el tema de portada, disparó sin preámbulo: “Y, ¿qué le pareció el libro?” Fue la primera vez en mi vida que quedé blanco, y yo soy negro, de la vergüenza. Lección aprendida.

Así era él. Intenso, ordenado, con cariños de padre y memoria de elefante. Yo había sido abogado y vivía cómodo entre la tramitología legal que me dejó un puñado de amigos entrañables y un aire insufrible de lamparoso con corbata. Un día él me cambió la vida con una oferta irrechazable, y por eso la llamé ‘mafiosa’: era imposible decir no. Y del derecho me torcí al periodismo. La más bella locura.

Desde entonces le conocí, que en él era lo mismo que admirar. Tormentoso, lúcido, apasionado. Dolido por un país que marchaba en su propio lodazal, ciego ante los avisos, precario de aptitudes, carente de cojones. Crítico implacable de las clases dominantes, sean del capital especulativo o de los sindicatos, de los pensadores de cafetín o de los burócratas de alma, batallaba para que el diario fuera una especie de faro: inconforme, audaz, desobediente. “El que no se rehace, muere. Conformarse es de tontos, por favor que no se contagie de los pendejos. Tráigame algo distinto”.

Y él lo fue: brillante, contradictorio, solitario, diferente. Incluso en sus defectos: no los ocultaba, los reconocía con la humildad de los grandes. Pero por sobre ellos sobresalía un espíritu indomable, que se bebió la vida a sorbos y pese a su dolorosa agonía no olvidó su evangelio: pensar y hacer distinto.

Ahora que se fue ‘don Galo’ Martínez Merchán, que su ejemplo será solo bella energía, creo que una lucha así de consecuente superará nuestro humano destino de cenizas. Alguien como él volará hasta donde lo hacen los que dejan un legado que trasciende el regalo de respirar: los que más que vivir, honran la vida.