Un año... y ni gatea

Y ese, quizás, sea el gran problema de gestión de un régimen que bla bla bla: creer que dirigir un país emocional y financieramente roto es como administrar un banco. Por eso es que llevan un año ya… y ni gatear saben
La publicidad es una maravilla de ventas, pero es como cajita de regalo: chiquita y limitada. No hay nada vital que quepa en ella. Por eso, si se la usa como esencia y no como herramienta, es un bumerán. El presidente Guillermo Lasso, que acaba de cumplir un año en funciones, parece creer que la propaganda es todo.
El archivo no muerde y debemos recurrir a él para saber de qué madera están hechas las trayectorias de cualquiera. ¿Cuál es la de nuestro presidente? De guayacán no es, eso seguro…
Hace un año, en la víspera de su victoria, prometió que estábamos a “24 horas de vivir un verdadero cambio”. Y en cuanto ganó la presidencia declaró que “en los primeros 100 minutos de Gobierno arreglaremos el desastre que hoy atravesamos…”. ¡100 minutos! Que alguien le avise que ya lleva más de 400 mil minutos malgastados. Por lo visto, hay un sillón en Carondelet que a alguien le queda muuuuy grande.
Un año después de sus promesas, y cuando ya no alcanza decir quiénes son los responsables de la quiebra moral y económica del país (que lo son, que lo son) la realidad no muestra un cambio sino una espiral de humo. Publicidad al fin.
Mientras el presidente reza en Jerusalén y se lamenta en un muro, aquí existe un rosario de terror: hay más despidos que contrataciones; la obra pública está paralizada; la violencia y la inseguridad son las de un país que puede tener pronto el membrete de narco (vamos a por ti, Venezuela, la más violenta de todas); la clase política parece salida de un panóptico y no de una escuela; la red de salud sigue desabastecida, deshumanizada, pese a los anuncios de funcionarios simplemente desalmados. E ineptos. Si Ecuador tuviera un Muro de Lamentos, habría una cola de millones esperando turno…
Que ahora vienen las buenas nuevas, dicen algunos voceros del Gobierno, esos desconocidos que se han pasado escondiendo la cabeza, avestruces. Más parecen empleados de un banco. Y ese, quizás, sea el gran problema de gestión de un régimen que bla bla bla: creer que dirigir un país emocional y financieramente roto es como administrar un banco. Por eso es que llevan un año ya… y ni gatear saben.