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Rubén Montoya Vega | El subsidio no es el diablo

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Los subsidios no son el diablo. El diablo es llamar subsidio a una forma encubierta de corrupción

Para justificar la eliminación del subsidio al diésel -que él varias veces ofreció no tocar- el presidente Daniel Noboa dijo que este incentiva al contrabando y beneficia a sectores indebidos. Por extraño que les parezca, esta vez dice la verdad. Esta vez. Aunque no la dice por completo. Veamos por qué:

El presidente no es el primero que quiere borrar esa distorsión económica, pero sí el primero que la ejecuta pese a las urticarias que les producirá a los contrabandistas, a los agitadores sociales que trabajan (¿con sueldo?) en el sector indígena y a “los señores transportistas”, esa secta intocada y todopoderosa que parece ser oriunda de Sicilia. ¿De dónde le habrá salido al presidente el valor necesario para enfrentar a semejantes púgiles profesionales del lleve y de la transa? De las órdenes escuetas que le dio el Fondo Monetario Internacional, dicen los mal pensados. Malísimos.

No es el primero, les decía. Va un ejemplo de alguien que quiso y no pudo (o no se atrevió): “Aquí hay subsidios mal aplicados, y que además no fueron creados por este Gobierno”, dijo un expresidente en La Maná. Quiso entonces corregir al de los combustibles. No lo logró ni de lejos. Y eso que, según sus propias palabras, le costaba 3.800 millones de dólares al Estado. O sea a todos, incluidos usted y yo. Y era el año 2013. Y era el gobierno todopoderoso de Su Majestad…

Noboa lo ha hecho. Punto. Pero no hay que engañarse pues él no cuenta todo: eliminar un subsidio “mal aplicado” no es meritorio per sé. Lo será si logra que el ahorro se destine a algo socialmente justo y provechoso. Porque el subsidio no es malo en sí mismo. ¿Por qué sería malo que el Estado subsidie la atención sanitaria de por vida? ¿Por qué lo sería que la educación fuese gratuita? Los subsidios no son el diablo. El diablo es llamar subsidio a una forma encubierta de corrupción. O destinar los ahorros a sectores indebidos. O ser oscuro con el manejo de los fondos nuevos. Como, por ejemplo, con el destino puntual que han tenido los tres puntos adicionales de IVA que el Gobierno ordenó y sobre el cual no ha sido transparente hasta hoy. Ahí está el diablo.