Premium

Crónica de un atraco anunciado

Avatar del Roberto López

"Nuestra democracia es ilusoria y las señales están ahí, pero no las vemos"

Inicié esta columna hace más de una década intitulándola Ficciones de la democracia, porque vivimos una mentira. Nuestra democracia es ilusoria y las señales están ahí, pero no las vemos.

En el cine he visto muchos asaltos a bancos. Pero nunca vi a nadie anunciado cometer uno y explicando además cómo perpetrar el mismo, en algo llamado “campaña electoral”. Encima, con subvención del Estado pagada con nuestros impuestos. No se ría: aquí eso se llama “democracia”. No cabe duda de que somos la mayor fábrica de pendejos del planeta. Porque también hay algo conocido como propiedad privada garantizado en la Constitución. Y para quienes no lo tienen claro, dicha garantía constitucional impide que el Estado le meta la mano a tus cosas. Así como no puede entrar a tu casa y llevarse tus muebles de sala, tampoco puede llevarse tu vehículo o tu dinero. No importa si lo tienes bajo el colchón o en un banco. O si el banco es privado o es el Central. Lo tuyo es intocable. El Estado nace como tal para garantizar la propiedad privada, la vida y la libertad. Triada clásica de derechos.

Entonces, no me vengas a contar que vivimos en democracia, pues si el Estado no es capaz de garantizarnos efectivamente tal derecho, nuestra democracia es una simple quimera. Una ficción. Y esto nos regresa a los albores de la Edad Media, cuando los nobles ingleses -hartos de que Juan sin Tierra le meta la mano a sus cosas- espada en mano, lo obligan a firmar la Carta Magna que garantiza la propiedad y el derecho de herencia, impidiéndole al rey seguir gravándolos con más impuestos sin pasar por el Parlamento. Así que, henos aquí otra vez antes de 1215 cuando el Estado no se encontraba obligado a tutelar la propiedad. Ni las Cortes a garantizarla. Nuestra pusilanimidad es mayor aún que la de quien pretende perpetrar semejante delito como respaldo a su mentor. Los nobles ingleses por lo menos tenían pantalones.

¿Por qué no usamos la Constitución como papel higiénico mejor, si no sirve para nada? Y… para qué tenemos una Corte Constitucional?

Ah… cierto. Es necesaria para decir que tenemos… “democracia”.