Premium

Egos y corbatas

Avatar del Roberto López

"En el Ecuador nuestros descomunales egos suelen empaquetarse en saco, corbata, lentes y canas"

Se roban 532 millones. Se tiran la pelotita entre todos. Nadie sabe nada. ¿Pero por qué pasa esto? Simple: el sistema está mal diseñado.

Un norteamericano no puede encontrarse con una situación así. Allá no sucede porque tienen un sistema político probado desde 1787. Nadie lo toca porque funciona. Y como nosotros lo copiamos en 1830, el nuestro debería funcionar igual de bien. Pero ahí es cuando aparece el factor de la debacle: somos tan ignorantes que experimentamos con el sistema político.

Fíjense: Trump nomina al magistrado de la Corte Suprema. Sin concurso de méritos, para que la responsabilidad política de la designación recaiga en el presidente y no en un puñado de desconocidos, pues se trata de un acto político -es decir un acto de gobierno- y no de un proceso administrativo.

El presidente nomina las autoridades, el Congreso las confirma y aquí viene lo trascendental: el mismo presidente designa luego de la confirmación del Congreso. Así fue aquí a raíz de la Constitución de 1830. Pero ahí es donde apareció el ego de nuestros geniales políticos. La vanidad del “yo creo”, “me parece”, “yo opino”.

Nunca ha sido más cierta la frase de Tomás Carlyle: “Democracia es la desgracia de no encontrar héroes que nos dirijan”, pues en el Ecuador nuestros descomunales egos suelen empaquetarse en saco, corbata, lentes y canas. Y ahí es donde -ayudados por la prensa- irrumpen las eminencias de la opinión y no del conocimiento. Es que... sin importar su ineptitud, necesitamos tener “héroes” que nos dirijan. Por eso nuestros héroes cambiaron la Constitución y las designaciones no radicaron más en el presidente sino en el Congreso. Algún arrogante decidió que sabía más que Madison, Hamilton, J. Quincy Adams o Washington, quienes diseñaron el sistema que funciona perfectamente hasta nuestros días.

¿Pero qué tiene que ver esto con los robos? Simple: un magistrado designado por el presidente sabe hacer su trabajo y corrige el sistema. No así uno designado por un pipón cuyo nombre ya nadie recuerda.