Los puros son a veces los peores

"Algunas personas creen que el voto es una declaración de principios. Son los que prefieren perder la democracia que perder la pureza de sus principios"
Si la democracia es el peor sistema de gobierno excepto todos los demás, como decía Churchill, entonces las elecciones no pueden servir para otra cosa que no sea escoger el mal menor. Así funciona. No aquí, no ahora: siempre y en todo lugar. Ya se trate de elegir entre Lenín Moreno y Guillermo Lasso, entre Iván Duque y Gustavo Petro o entre Donald Trump y Joe Biden. Lo excepcional es lo contrario. Sin embargo, cada cuatro años, los ecuatorianos nos quejamos como si fuera cosa nuestra, nos frustramos y perdemos de vista un hecho clave: que la capacidad de decir No con nuestro voto es un poder inmenso y una oportunidad demasiado valiosa para no aprovecharla con ganas.
Quizás en eso residen las bondades de la democracia: en el poder de los ciudadanos para decir No. El único problema es que uno tiene que estar dispuesto a ensuciarse las manos, nadie dijo que tenía que salirnos gratis. Por eso el voto nulo es la tentación de los puros de espíritu. De los que creen que el objetivo del juego es salvar responsabilidades; mantenerse limpios. Los que esperan al candidato perfecto para votar por él. Los que en su día dijeron cualquier-cosa-puede-ser-pero-yo-nunca-votaré-por-un-socialcristiano y luego no se hicieron cargo cuando terminamos con Abdalá Bucaram en la Presidencia: a-mí-que-me-rebusquen-yo-anulé-mi-voto.
Quienes razonan de esa forma creen que el voto es una declaración de principios. Como si a alguien le importaran. Harían mucho mejor en escribir un manifiesto y publicarlo en las redes sociales. Un manifiesto en el que despotriquen contra todo el mundo. Que digan lo que quieran siempre y cuando luego vayan a las urnas y voten por el que les parezca menos malo. Porque el voto no es una declaración de principios. El voto es una herramienta. Y las herramientas están ahí para usarlas, no para exhibirlas y proclamar a los cuatro vientos miren-que-martillo-tan-limpio-tengo.
Ahora parece que el sistema electoral ecuatoriano ha tocado el fondo de sus miserias, así que hay demasiadas razones para sentirse frustrado. Tenemos hasta mafiosos metidos de candidatos para evadirse de la justicia. Y delincuentes prófugos esperando un resultado favorable que les garantice impunidad. Todo esto incrementa la tentación del voto nulo. Pero es al revés: precisamente porque tenemos un sistema que permite a los peores postularse como candidatos, es imperativo votar por el menos malo.
La tentación del voto nulo ronda esta vez, sobre todo, a la izquierda anticorreísta. Ellos saben que la democracia no sobreviviría a una nueva aventura autoritaria: saben que el correísmo ya aniquiló a los movimientos sociales, persiguió a los líderes indígenas acusándolos de terroristas y ahora viene a por más. Por eso, la mayoría de ellos apoyará a Yaku Pérez en la primera vuelta electoral. ¿Y luego? Porque los números históricos de Pachakútik son los que son, no hay que darle muchas vueltas. ¿Qué harán luego? ¿Cualquier-cosa-puede-ser-pero-yo-nunca-votaré-por-un-banquero? La izquierda anticorreísta tiene una elección importante para la segunda vuelta: mantenerse en democracia o mantenerse puros. Vamos, no debería ser tan difícil.