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El gran berrinche del macho alfa

Avatar del Roberto Aguilar

"En este país las candidaturas sirven para tapar prontuarios. Uno empieza huyendo de la Policía y termina convertido en asambleísta, prefecto, vicepresidente"

Rafael Correa se acaba de inventar un derecho que no tiene: el de participar en las elecciones como candidato a la vicepresidencia. Se lo prohíbe la Constitución y, a falta de una sentencia ejecutoriada que lo envíe definitivamente a prisión como jefe de una banda delictiva, se lo prohíbe la decencia. Una treintena de causas se siguen en su contra, la mayoría por corrupción pero también una por secuestro: palabras mayores. Pero esto es el Ecuador: probablemente el único país del mundo donde las candidaturas a los cargos de elección popular sirven para cubrir prontuarios. Uno empieza huyendo de la Policía y termina convertido en asambleísta, prefecto, vicepresidente de la República…

Véase lo que está ocurriendo en la Asamblea: de los 60 legisladores que, según el presidente César Litardo, tienen cuentas pendientes con la justicia, no se sabe cuántos las arrastran desde antes de su elección. Es decir que hay delincuentes que deciden hacerse asambleístas para no ir a la cárcel. No es raro que Daniel Salcedo se encuentre considerando la posibilidad de incursionar en la política. ¿Por qué él no y Correa sí? Este parece ser un caso más común de lo que nos gustaría admitir. A Virgilio Hernández, por ejemplo, se le pintan dos alternativas: la prisión o el Parlamento Andino. ¿Cuántos más, en su partido, de Rafael para abajo, están en las mismas? Para eso (entre otras cosas) legislaron los correístas: para permitirse delinquir y volver a la carga.

En suma: Rafael Correa no es nada especial. Su caso es el de muchos otros delincuentes. La diferencia está en que él, como decíamos, se acaba de inventar un derecho que no tiene. Sabrá sacarle provecho en caso de que las leyes, la justicia y el sentido común le impidan inscribir su candidatura. Entonces se victimizará, que es lo que mejor sabe. Hablará de “persecución política”, recibirá la solidaridad internacional de los amigos de Lukashenko a ambos lados del Atlántico y dejará que se desvanezca lentamente el nuevo tinte de su cabello.

Por eso la prisa, el lanzamiento de candidaturas de buenas a primeras, como si fuera un acto urgente, pasándose por el forro los obligatorios mecanismos de democracia interna, sin primarias, sin darse el tiempo siquiera para cambiar el logotipo que se robaron ni para plagiar un nuevo jingle. Un candidato electo a dedo, lo suficientemente mediocre y anodino como para que no llegue a opacar al macho alfa, lo suficientemente sumiso como para que acepte el humillante papel de títere y hasta se enorgullezca de ello, un olvidable. Alguien que sepa obedecer órdenes sin chistar, repetir las cuatro ideas del recetario sin pensar, encargarse del trabajo sucio administrativo sin dudar. Andrés Arauz se ajustó a esos requisitos mejor que la propia Marcela Aguiñaga, para vergüenza de ambos.

Y ya está. Candidaturas en marcha. La hermanita, que ya fue un lastre en la Federación Deportiva del Guayas, a la cabeza de la lista de asambleístas nacionales, para que quede claro de quién es el negocio. Todo a dedo. Todo al apuro. Se trata de embarcarse como sea para luego aplicar la estrategia de los hechos consumados. Se trata de Rafael Correa preparándose, no para las elecciones sino para el berrinche que va a meter cuando no pueda ser candidato. ¿Daños colaterales? Pierina se queda en la Asamblea: cuatro años.