La bestia peluda y los bukelitos

Los candidatos a la presidencia que se han propuesto imitar el modelo de Bukele no se detienen en detalles
Opinión impopular en un país ensangrentado por el crimen: Nayib Bukele es una bestia peluda. Y los candidatos a la presidencia que en el Ecuador lo admiran y quieren imitarlo, no le van a la zaga. El otro día Jan Topic, entrevistado por Jorge Ortiz, defendió con uñas y dientes la teoría de que el presidente salvadoreño no es un violador de los derechos humanos: eso no ha sido demostrado en ninguna corte, dijo (como si hiciera falta), y no existe sentencia que lo establezca. El candidato del socialcristianismo defiende así la presunción de inocencia de quien se ha limpiado con ella: 72 mil personas han sido encarceladas en El Salvador desde marzo del año pasado, cuando entró en vigencia el régimen de excepción, y hasta la Policía admite que el porcentaje de inocentes no es inferior al 10 por ciento. Algunos no salen nunca: según una fuente de la revista Semana, inocentes eran el 92 por ciento de los 300 reos fallecidos en prisión durante este período. ¿Fallecidos cómo? La mayoría, dice diario El País de España, por “asfixia por inmersión”, léase tortura.
Bukele ha invertido aquel viejo principio sobre la justicia en los países democráticos según el cual es mil veces preferible tener un culpable libre que un inocente preso. Él prefiere lo contrario. Y lo último ya es demencial: aprobados la semana pasada por su congreso títere, se vienen los “juicios colectivos”. Es decir que los 72 mil reos (incluidos los al menos 7.200 inocentes que hay entre ellos) serán agrupados según la pandilla a la que se les acusa de pertenecer y llevados masivamente ante un mismo tribunal. Van a juzgar bandas, no personas. Mara Salvatrucha, por ejemplo, 1.500 tipos: un solo juicio para todos. La sentencia, claro, está cantada: es obvio que son culpables. Incluidos los, digamos, 150 inocentes. Juicios colectivos: no los hizo ni el Che Guevara en los tiempos en que andaba recetando el fusilamiento como remedio de todos los males.
Por supuesto que en el Ecuador no se debaten estas cosas. Los candidatos que se han propuesto imitar ese modelo no se detienen en detalles (de hecho, no hace falta ni conocerlos, mejor si es que no): para ellos toda la cuestión se resume en aplicar mano dura o mano blanda. Y claro, cercados por sicarios como estamos, ¿quién va a decir blanda? Tienen la capacidad de análisis y discernimiento de un aguacate.
En el camino, se van cargando el poco prestigio que le quedaba al que seguramente sea el concepto fundamental del liberalismo y de la democracia: el concepto de derechos humanos. No es cuestión solo de los candidatos. Dispone el Gobierno una incursión militar para dizque tomar el control de las cárceles y al cabo de un enfrentamiento de dos días y quién sabe cuántos muertos no tomarán efectivamente el control de nada, como es costumbre, pero sacarán la imagen de dos mil reos en calzoncillo amontonados contra el suelo. Y el ecuatoriano promedio, felizote porque al fin el lerdo del presidente se empieza a parecer en algo a la bestia peluda de Bukele.
“A mí no me vengan con eso de los derechos humanos”, dijo Otto Sonnenholzner cuando asesinaron a un candidato suyo en Esmeraldas. Tiene derecho a estar indignado, claro. Pero cuando el supuestamente más equilibrado y sereno de los candidatos a la presidencia de la República cree que toca hablar en esos términos para ganar y no tiene ningún inconveniente en hacerlo, es porque en el país hay algo que se dañó y ya no tiene arreglo.