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La basura que tanto extrañan

Avatar del Roberto Aguilar

Esa basura mal escrita y peor pensada, ese retorcido panfleto calumnioso, ese revoltijo de mentiras producto de la miseria moral y la impudicia es el periodismo que les gusta

Hay que leer la nota de prensa que lleva por título “Demasiado informado para ser periodista”, publicada por el portal El Venezolano News de la ciudad de Miami y compartida masivamente esta semana por el segmento más ruidoso de la bancada legislativa correísta, sus trolls y sus periodistas oficiosos. Hay que leerla. Cierto es que su anónimo autor es, a primera vista, un borrico incapaz de escribir con corrección una frase detrás de otra (cosa que los legisladores correístas ni siquiera habrán notado), que distribuye las comas como si echara azúcar impalpable sobre un bollo, que deja frases inconclusas o las concluye como sea y que, básicamente, es incapaz de comprender la estructura del idioma, en fin, que llegar hasta el final es una tortura autoinfligida. Pero hay que leerlo.

También es verdad que el artículo no cumple lo que ofrece, que sus denodados intentos por establecer la vinculación de Fernando Villavicencio con actos de corrupción de la peor especie no conducen a ningún lado y que, en medio de ese fárrago indigerible, resulta imposible discernir qué cosa es información real y separarla de la paja por la sencilla razón de que no hay, en todo el artículo de 8 mil caracteres y aunque parezca mentira, un solo dato, un hecho cierto, una referencia confiable a una realidad reconocible, cualquiera que esta sea, nada, nada en absoluto. Y que el autor anónimo, en los abismos de su insondable estupidez, se pone en evidencia admitiendo, por la jeta, que no pudo corroborar nada de lo que cuenta pero lo publica igual porque lo considera “oportuno”. Parafraseando su propio título: está “demasiado poco informado para ser periodista”.

Todo eso es cierto pero hay que leerlo. Y no por lo que Villavicencio dice y, de hecho, pide a la Fiscalía que investigue, a saber: que detrás de ese artículo hay una operación del narcotráfico conchabado con los correístas (y nombra a Xavier Jordán y a Pedro Zamora alias Bambi, que según él es su puente con el presidente prófugo y pareja de la asesora de Marcela Aguiñaga) y que él fue puesto sobre aviso por un grupo de legisladores correístas hartos de esas relaciones mafiosas de su partido; buenos legisladores, dice Villavicencio, a los que no puede nombrar pero que evidentemente no son los que compartieron en sus redes el artículo de El Venezolano: no es el manabita Fernando Cedeño, el primero que lo puso; no es Esther Cuesta, que lo retuiteó, ni Alexandra Arce, ni Victoria Desintonio, ni Gustavo Mateus, ni Lenin Mera, ni Ronal González, ni Comps Córdova, ni José Vallejo, ni Ana Herrera, ni Patricia Núñez, ni Jhajaira Urresta, ni Roberto Cuero...

La historia que cuenta Villavicencio es jugosa pero no es el punto. La razón por la que hay que leer el artículo anónimo de El Venezolano es porque esa basura mal escrita y peor pensada, ese retorcido panfleto calumnioso que no prueba nada pero esparce estiércol, ese revoltijo de mentiras detrás de cada una de cuyas frases se esconde la cochambre purulenta de la miseria moral y la impudicia, esa estupidez sin nombre es el periodismo que quieren y promocionan y ponen como ejemplo los correístas. Es el periodismo que quiere Fernando Cedeño, uno de los autores de la nueva ley mordaza. Es el periodismo que quiere Esther Cuesta, que anda procesando a quienes ponen en evidencia sus contradicciones. Es el periodismo que quieren todos los nombrados para aniquilar reputaciones, cometer asesinatos simbólicos y mentir a sus anchas como hicieron siempre. Lo están pidiendo a gritos. Hay que oírles.