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La UE sigue volando a ciegas

Por el fuerte apoyo de la opinión pública a la conferencia, no conseguir algún avance en ese sentido sería una enorme oportunidad perdida y desalentaría a quienes han puesto sus ilusiones en ella

La muy esperada Conferencia sobre el Futuro de Europa (anunciada por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo a fines de 2019), promocionada como «una serie de debates y discusiones protagonizados por ciudadanos para permitir a las personas de toda Europa compartir ideas y contribuir a configurar su futuro común, es improbable que alcance buenos resultados. Gustaría que la conferencia creara una visión compartida sobre el futuro de Europa que fortalezca los cimientos de la Unión Europea y amortigüe los cantos de sirena del populismo, pero estuvo a punto de ser cancelada por problemas de organización, resultado de conflictos interinstitucionales. ¿Cómo esperar que la UE articule una visión compartida, configurada por voces ciudadanas, cuando apenas puede ponerse de acuerdo para presentar una plataforma de discusión? Nadie diría que su objetivo sea restaurar el vínculo democrático entre la UE y su ciudadanía, y es en parte una cuestión política. Desde el primer momento fue secreto a voces que el cronograma de la conferencia obedecía a los ciclos electorales francés y alemán. Se buscó que su finalización coincidiera, en abril de 2022, con Francia en la presidencia rotatoria del Consejo Europeo y la campaña del presidente francés Emmanuel Macron para su reelección en la Jefatura de la República. De hecho, el evento lo inauguró Macron. Se deshizo en elogios al «modelo europeo» de lucha contra la pandemia de COVID 19 y promovió el regreso de las sesiones plenarias del Parlamento Europeo a Estrasburgo. No fue exactamente la convocatoria a la participación ciudadana y tampoco la composición del plenario contribuye a la credibilidad de la misión democratizadora de la conferencia: aunque de 433 miembros, solo 108 son representantes de la ciudadanía, y ocho representantes de sindicatos, empleadores y organizaciones de la sociedad civil. La relación numérica entre dirigentes políticos y representantes de la ciudadanía no es lo que se espera de una conferencia cuyo tema principal, supuestamente, es la participación directa de la ciudadanía. Quienes esperan que la conferencia siente bases para una reforma de la UE se llevarán probablemente una decepción. La fría realidad es que los poderes establecidos (los Estados miembro de la UE) carecen de voluntad política para que pueda haber cambios significativos. Y ni hablar de modificaciones a los tratados. Es verdad que la UE demostró que es capaz de ponerse de acuerdo para implementar reformas creativas que no demandan enmiendas a los tratados fundacionales, pero son logros infrecuentes y siempre se alcanzan con el agua al cuello, cuando los europeos se asoman al abismo. Soluciones reactivas, demoradas y fragmentarias pueden evitar desastres, pero no pueden ser la base de una UE unida y creíble. Es improbable que de la conferencia salga la visión que Europa necesita. Se publicará una lista de objetivos admirables (y predecibles), del cambio climático a la innovación, y al crecimiento inclusivo, sin pasar por alto el mercado interior, mas no se llegará a una comprensión real y concreta de lo que esperan los ciudadanos de su futuro en cuanto europeos, que es condición para restarle ascendiente al populismo y restaurar aspectos fundamentales del contrato social. Europa nunca será una entidad homogénea y albergará diferentes perspectivas pero esto no impide llegar a una visión compartida. Por el fuerte apoyo de la opinión pública a la conferencia, no conseguir algún avance en ese sentido sería una enorme oportunidad perdida y desalentaría a quienes han puesto sus ilusiones en ella.