El país que merecemos

También, debemos admitirlo, producto de nuestra inacción e indiferencia.

Nelson Mandela sentenció ante el Tribunal que lo juzgaba por traición a la patria: “Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”. Necesitamos que el próximo presidente de Ecuador tenga consciencia democrática y las cualidades humanas necesarias para iniciar la transformación de nuestro país, para liderar una profunda reivindicación de la sociedad, que deje en el pasado la agresión y el olvido de los políticos que le prometieron todo y solo la abandonaron. Esta sociedad necesita reinventarse, eliminando las lacras que impiden que despegue hacia el progreso, inaugurando un país de derechos, oportunidades e igualdad; dejando a un lado la corrupción, inseguridad, componendas políticas, división de clases y ausencia de justicia; para que con altivez podamos legar a nuestros hijos una sociedad basada en valores éticos y humanos, y principalmente, una sólida educación, que será el arma más poderosa que les heredemos para perfeccionar esta transformación. Ecuador es un país en el que las más altas autoridades políticas del régimen anterior y algunas del actual están en la cárcel o prófugas; la mitad de Asambleístas están perseguidos o mencionados en irregularidades por parte de Fiscalía; hay autoridades que ejercen su cargo de elección popular con grillete, y funcionarios y miembros de la Asamblea, en ejercicio, glosados con responsabilidad penal por parte de Contraloría, pero no se les inicia juicio alguno. En definitiva, un país de contradicciones y corrupción inexplicables. Es la sociedad que nos toca reestructurar en una misión titánica, con el liderazgo político de un presidente comprometido y la participación de todos. Mientras lo intentamos, es nuestra misión explicar a nuestros hijos que el país que merecemos no es este en el que lamentablemente les ha tocado vivir hasta ahora, producto de la falta de ética y valores de un gobierno débil y una justicia permisiva. También, debemos admitirlo, producto de nuestra inacción e indiferencia.