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Evolución kryptoniana

J. Sawhill dijo -con brutal categoría- que nuestra sociedad será definida no solo por lo que llegue a crear, sino también por lo que se niegue a destruir. Lo dijo refiriéndose a la naturaleza, pero aplica para todo

DC Comics ha anunciado que el hijo de Superman, Jon (Jonathan) Kent, será bisexual. Y ha difundido una imagen del chico besándose con un compañero del diario en el que trabajan. Las reacciones de apoyo y los aplausos no se hicieron esperar, así como tampoco las críticas. De hecho, la senadora por Arizona, W. Rogers, dijo por Twitter que “Superman ama a Luisa Lane. Punto. Hollywood está tratando de hacer gay a Superman cuando no lo es” (añade un improperio más, que se me va a perder en la traducción, pero que para el contexto no es importante). En primer lugar, no es Superman, es su hijo; no es gay, es bisexual; y no es Hollywood, es DC Comics. Para criticar públicamente, hace falta buen nivel del conocimiento.

Lo dicho; no estamos hablando del Superman original (Clark Kent/Kal-El), sino de su hijo; y aunque hasta ahora el chico había sido conocido por su nomme-de-cape, Superboy, recién ahora (Superman: Hijo de Kal-El) asume el rol principal de superhéroe cuando su padre se ha retirado al espacio indefinidamente.

La evolución no es nueva: Tim Drake, el tercer Robin (compañero de Batman, después de Grayson y Todd) también es bisexual, y Aqualad (compañero de Aquaman) de igual manera.

Esto encarna progreso. Un progreso que -como dice Glen Weldon, de NPR- manifiesta la representación de cualquier comunidad marginalizada: mujeres, gente de color, gays, personas con discapacidades, etc. Ellos, históricamente, primero son los villanos, amenazadores del statu quo, que deben ser combatidos por un héroe para preservar una forma de vivir que se estima correcta y desterrar una que se entiende equivocada. Luego son las víctimas, débiles, vulnerables, y la labor del héroe es, en cambio, castigar a aquellos que los maltratan; existen solo para demostrar el altruismo y la nobleza heroica de otro, para resaltar su valía, pero ya por lo menos son parte de la dinámica. Después son ayudantes, amigos, compañeros; existen para complementar con su apoyo la historia principal del héroe, aunque esa historia les siga siendo ajena.

Siempre existirá el intolerante, aquel a quien le venga mal incluso que Miles Morales (un adolescente hijo de un afroamericano y una portorriqueña) se haya convertido en El Hombre Araña -superhéroe de orígenes latinoamericanos- después de la muerte de Peter Parker en Ultimate Marvel: una serie de cómics paralela, en la que los superhéroes fueron reinventados buscando la acogida del público del siglo XXI. Es decir (sin llorar, Mary Jane, tú también palmaste en un universo alterno) eventos paralelos al universo ordinario de Marvel.

Son pasos cortos, pero hoy existen. Los sueños, dijo Superman, parecen imposibles, luego improbables, hasta que con nuestra voluntad los volvemos inevitables. Ese es el valor que hay que rescatar, promoviendo tolerancia. Esos pasos hoy se ven necesarios para poner sobre la mesa la evolución de un héroe que, desde su primera aparición en un cómic en 1938, ha incursionado en series, radio, televisión, cine, juguetes, naipes, juegos de mesa, disfraces, montañas rusas, videojuegos, pijamas y calzoncillos.

J. Sawhill dijo -con brutal categoría- que nuestra sociedad será definida no solo por lo que llegue a crear, sino también por lo que se niegue a destruir. Lo dijo refiriéndose a la naturaleza, pero aplica para todo.