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Borrego

Avatar del RAFAEL OYARTE

Esa es nuestra valiente democracia y esos son nuestros ciudadanos, convertidos en focas o borregos. ¿Y usted, qué es?

Acá ‘borrego’, en otras partes ‘foca’. Es el personaje favorito del común de los gobernantes iberoamericanos y de sus partidarios. Se le llama así pues se somete sumisamente o porque aplaude a rabiar toda decisión del gobernante solo porque él la toma, sin ninguna consideración adicional a eso, sin permitirse manifestar disidencia alguna y, además, por estar dispuesto a denostar a quien se atreva a manifestar algo que suene a poner en duda la corrección de lo decidido. Adicionalmente, el borrego o la foca negará sistemáticamente cualquier señalamiento que se haga respecto de su gobernante, rechazando no solo la crítica hacia él sino defendiéndole, a capa y espada, de cualquier imputación que raspe a su líder.

El ‘borreguismo’ no es patrimonio del correísmo, aunque en esa década se manifestó no solo con fuerza repetida, sino con ejemplos tan extremos como aquel de la decisión sobre si se explotaba o no el Yasuní: la gente congregada en la Plaza Grande, frente al Palacio de Carondelet, no esperaba que el presidente Correa tomase la decisión que ellos querían, sino que esperaban la decisión para aplaudirla, tanto si iba por la explotación como si iba por la conservación del petróleo bajo tierra. Por su puesto, para el borrego o foca cualquier crítica al gobierno es inaceptable y, menos aún, una imputación que será respondida con el tradicional e indefectible “no hay pruebas” o, el no menos frecuente, “si tiene pruebas, preséntelas”, con todas sus graciosas variantes. Este fenómeno es seguido, indefectiblemente, por sectores de la prensa ‘no oficial’, dedicada a defender “el proyecto” y denostar cualquier atisbo de oposición hasta el punto de caricaturizarla.

Curiosamente, el borreguismo fue seguido luego por quienes fueron sus víctimas: vetar la crítica al nuevo gobernante con el argumento de que eso “ayuda al innombrable”, cayendo en los mismos vicios que antes se criticaban. Lo que antes estaba mal ahora está bien y viceversa, siguiendo la tradición iberoamericana de no importa qué se hace sino quién lo hace (o contra quién), es decir, el problema no será si te pisan, sino quién te pisa. A eso lo llamamos democracia o autoritarismo, dependiendo del color de la bandera que se defienda. Esa es nuestra valiente democracia y esos son nuestros ciudadanos, convertidos en focas o borregos. ¿Y usted, qué es?