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Asilo, salvoconducto y fuga

¿Los políticos no corrigen y completan las reglas del asilo, porque de lo que hoy te quejas mañana te beneficias?

Esquivar la acción de la justicia abandonando el país ya es cosa habitual por nuestros lares. Requerida la extradición del prófugo, alegará persecución política y solicitará asilo, instituto que, si bien tiene la finalidad de proteger los derechos amenazados por la arbitrariedad o el abuso de poder, también origina casos de injusticia y privilegio indebido, y de violación de los derechos de las víctimas.

Si bien el asilo no es invocable contra acciones judiciales originadas por delitos comunes, la calificación de un delito o de una persecución como “política” corresponde al Estado asilante, el que no está obligado a indicar las razones por las que lo concede o lo niega. Se diferencia el asilo diplomático, que se busca en misiones diplomáticas u oficinas consulares extranjeras, lo que incluye la residencia del jefe de misión, del asilo territorial, que se obtiene en suelo extranjero. El asilo diplomático es esencialmente temporal y urgente, por lo que el asilado debe salir del país, con las debidas seguridades por parte del Estado territorial que debe conceder el salvoconducto, aunque las normas no establecen plazos máximos para hacerlo, lo que ha provocado prolongaciones indebidas, además de las tensiones que producen estos eventos.

Un caso paradigmático en Iberoamérica fue el asilo diplomático que Colombia otorgó a Víctor Raúl Haya de la Torre en 1949, negándose el Perú a conceder el salvoconducto afirmando que el delito perseguido no era político, lo que le obligó a permanecer en la legación durante más de cinco años, logrando su salida con la intervención de la Corte Internacional de Justicia. Nosotros, con el de Assange, con nacionalidad irregularmente otorgada de por medio y todos los demás ridículos vergonzantes permitidos por la cancillería correísta.

La salida de la señora Duarte, condenada por delitos de corrupción, con la notoria ayuda de diplomáticos extranjeros que abusaron de sus inmunidades y privilegios, que impiden a la Policía revisar el interior de sus vehículos oficiales, es otro capítulo que daña este añejo instituto, convertido en repetida dispensa de delincuentes con amigos.

¿Los políticos no corrigen y completan las reglas del asilo, porque de lo que hoy te quejas mañana te beneficias?