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Paul E. Palacios | Un regalo de Navidad

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América y el mundo miran con estupor a Daniel Ortega y a Rosario Murillo

Para fines de 1989 el bloque soviético se desmoronaba. Luego de la confusión en la comunicación de los funcionarios de Alemania Oriental que dio origen a la estampida en Berlín, ya los demás países, incluyendo a la Unión Soviética, no podían contener el desplome del sistema.

Un caso particular fue el de Rumania. Por entonces la pareja siniestra de Nicolae y Elena Ceausescu eran los depredadores en la cúspide de la cadena de terror del país. Elena, más cruel y despiadada, no era precisamente una ingenua y frívola María Antonieta. Sin ahondar en el culto a la vanidad de Nicolae, y de las listas de ejecuciones que aprobaba Elena, la revuelta que empezó en Timisoara, terminó finalmente con un juicio rápido, y su posterior fusilamiento el día de Navidad de ese año. Me imagino que como regalo de pascuas al pueblo rumano.

Este hecho me viene a la memoria hoy, cuando América y el mundo miran con estupor a Daniel Ortega y a Rosario Murillo. Esta mujer, que es un poquito más cruel que la rumana Elena, está prácticamente a cargo del gobierno nicaragüense, luego de que Ortega sufriera un deterioro de su salud, y una vez que se produjo una reforma constitucional donde se aprobó en la Asamblea Nacional la posibilidad de que sea copresidente del país.

Por cierto, la Asamblea es cooptada por ‘Chayo’, Ortega y sus cómplices. A estos ‘socialistas’ les encantan los puestos en familia. Se burlan de las monarquías, pero se las ingenian para apropiarse del poder por legado, familiar o societario, y para perennizarse con el aplauso de ciertos acólitos internacionales.

La disidencia política, los exmiembros del FSLN y los pensadores independientes que aún quedan en Nicaragua, señalan a esta mujer como el cerebro detrás de persecución a la Iglesia católica, la desaparición forzada de personas como Mauricio Alonso y Carlos Cárdenas, opositores al régimen, la expropiación de las instalaciones de Incae en Montefresco, y la expulsión del país de la institución, así como el clima de terror para quien no se alinea con su pandilla.

Nicaragua, un país precioso y alegre, se merece un buen regalo de Navidad.