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La impronta

Avatar del Paúl Palacios

En una sociedad donde todos son culpables de lo que ocurre, menos uno mismo, vale la pena reflexionar qué impronta estamos dejando a la posteridad

El día jueves 26 de enero pasado, mientras tres ciclistas rodaban por la ciclovía Vía a la Costa, por muy poco se produjo un accidente con consecuencias que lamentar.

A la altura del kilómetro 19 una empresa privada que realizaba trabajos sobre esa calzada había abierto un hueco. La empresa no había dejado señalización alguna, por lo que en la oscuridad de la hora (aproximadamente las 5h40), no había forma de determinar que una vía que hace un par de días estaba expedita, ahora era una trampa mortal. Al regreso, uno de los ciclistas trató de identificar quién era el responsable de aquello, y contactó a una autoridad, quien obró inmediatamente buscando que el tema sea solucionado. Dos días después el hueco estaba tapado con asfalto, pero tan mal hecho el trabajo, que la carpeta era rugosa y presentaba un desnivel. Seguramente no pusieron la capa con la temperatura adecuada; es decir otro mal trabajo.

No lo hizo una empresa estatal, lo hizo una privada; todo a la maldita sea.

La impronta, según recoge el diccionario en su primera acepción, es el “rasgo peculiar y distintivo que una persona deja en sus obras y que las distingue de otras”. La impronta es nuestro signo distintivo como personas, como empresas, como país. Es ese prestigio que tiene un país, digamos Alemania, de que una máquina que fabrican es una máquina bien hecha, que durará más de lo que sus manuales indican. Es la credibilidad de quien siempre llega puntual a una cita. Es el respeto a la palabra, a la promesa de cumplir con algo.

Los obreros que hicieron el hueco, sin poner una sola indicación metros atrás del peligro para los ciclistas, o quien lo tapó sin seguir una norma correcta, no son culpables. Podríamos decir que conciencia deben tener, pero culpable es un sistema que no valora, estimula y premia lo bien hecho. Culpable es un procedimiento mal elaborado por algún mando, o mal supervisado y fiscalizado por una autoridad. Culpable es la cultura de no hacer lo que se debe lo mejor posible y dejar una marca por la cual estemos orgullosos.

¿Qué estamos haciendo nosotros con nuestra propia impronta?