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Estímulos

Avatar del Paúl Palacios

Si queremos cambiar la realidad, quizá debamos entender los estímulos que provocan conductas inadecuadas, y trabajar en ellos.

Intervención Gerencial era una clase de sicología y comportamiento organizacional. Mi profesor de esta asignatura era Carlos René Lagos, allá por 1986, y fundaba gran parte de sus enseñanzas en la relación de causalidad entre los estímulos y el actuar, no solo desde el punto de vista individual, sino también colectivo.

Si Lagos estuviera viendo la realidad ecuatoriana diría: ¿qué motivación para no delinquir tiene un sicario, si la posibilidad de que pague una pena por su acto es baja? El estímulo perverso es la impunidad provocada por un sistema judicial que no funciona.

¿Qué motivación tiene un pillo en un cargo público para no robar, si al fugarse del país la posibilidad de ser alcanzado por la justicia es casi nula? El estímulo es la alta probabilidad de enriquecerse frente a un escaso riesgo de perder lo mal habido.

¿Qué posibilidad tiene un contratista público para plantear costos razonables, si sabe que dentro de esos costos está el ‘peaje’ para lograr el contrato o para que le paguen la factura? El estímulo es la poca posibilidad de redituar por su trabajo, si no termina pagando parte del precio a “facilitadores”.

Si queremos actuar sobre lo que vemos en nuestra sociedad, dejemos de reemplazar gente cuando las cosas no funcionan, porque con quien venga pasará lo mismo, y concentrémonos en entender qué estímulos recibimos cada uno de nosotros para actuar de una u otra manera.

¿Queremos acabar con el hampa organizada? Pues construyamos una Justicia proba. ¿Queremos niños y jóvenes honestos en sus vidas adultas? Estimulemos a que la sociedad premie ser un ciudadano ejemplar, pero reprimamos de forma devastadora a quien cause daño a la vida y a la propiedad pública.

La sociedad debe confiar en que un juicio no dependa del dinero que se pague a un juez, que un criminal sepa que de la prisión no lo sacará a los pocos días un amparo judicial, y que el respeto público valga más que el dinero mal habido.

No cambiemos a un general de Policía por otro o saquemos los tanques a la calle, no funcionará. Mientras prevalezcan los estímulos actuales, no funcionará.