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Robos y asaltos incontrolables

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"Las personas dedicadas honestamente a sus actividades están desprotegidas, atemorizadas, en indefensión. La delincuencia común se ha tomado las calles y la de cuello y corbata el poder político y burocrático"

La situación del país ha llegado a niveles de inaceptable descomposición; los robos y asaltos se multiplican sin que se los combata eficazmente. Tradicionalmente en época navideña se activa la delincuencia, pero el avance y violencia actual son inéditos, producto de una crisis de valores en la que influyen el deterioro de la institucionalidad, la falta de acciones de autoridades, el desordenado crecimiento urbano, el desempleo, unido a la coautoría, complicidad o comodidad de funcionarios, obligados por ley a sancionarlos;. Inversamente, existe una galopante impunidad y eso es consecuencia de una desenfrenada corrupción que ha penetrado todo el tejido social.

Las personas dedicadas honestamente a sus actividades están desprotegidas, atemorizadas, en indefensión. La delincuencia común se ha tomado las calles y la de cuello y corbata el poder político y burocrático. Hay funcionarios en todos los Poderes del Estado vinculados o comprometidos con el atraco a fondos públicos, por eso no reprimen conductas inmorales o ilícitas de infractores, que saben que todo se arregla con coimas, sobornos, cohecho.

El país necesita con urgencia una recuperación ética. Es muy difícil vivir en un ambiente degradado, en el que ya no se sabe quién obra correctamente y quién no. Los esfuerzos que realizan funcionarios como la fiscal general, Dra. Diana Salazar, y los que hacen medios de comunicación resultan aislados o insuficientes. Es desalentadora la actitud de ciertos jueces y fiscales, que están muy lejos de responder al más elevado anhelo social: la justicia, sin la cual no es posible una convivencia pacífica. Eso explica por qué los grandes atracos en refinerías, hidroeléctricas, carreteras, reconstrucción de Manabí, compra de medicamentos e insumos, preventa de petróleo, negociados en el IESS, Isspol, gasoducto, deuda pública, etc., siguen sin sanción y camino al olvido: muy desleal con el país.

Hay que recordar el axioma romano: “un pueblo corrupto es indigno de vivir en libertad, pero tampoco lo salva el despotismo”. Ojalá no estemos llegando a esa triste realidad. La corrupción es lo que más afecta.