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Aniversario opaco

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En síntesis, un Estado que se enriquece y una población que se empobrece. Los problemas no se resuelven con propaganda ni cifras, sino con obras o acciones’.

Poco se resaltó el bicentenario de la batalla de Pichincha, que culminó la liberación del Ecuador del coloniaje hispano. Era la ocasión propicia para estimular una unidad tan preterida y tan necesaria para construir mayor identidad nacional y archivar sesgados relatos que minimizan la gesta independentista del 9 de Octubre de 1820, pionera del nacimiento del Estado ecuatoriano y determinante en el 24 de Mayo de 1822.

Las pocas luces del aniversario de esta fecha patria coinciden con un opaco primer año del presidente Guillermo Lasso, que no ha estado a la altura de expectativas se tenían de un gobierno transparente, amplio, participativo, que fortalezca la institucionalidad democrática frente a la amenaza de un régimen totalitario, concentrador del poder. No se encuentran acciones que descentralicen administrativamente y desconcentren el poder político, no obstante el programa de vacunación tuvo rápidos resultados por la coparticipación de gobiernos seccionales, centros académicos, empresa privada, lo cual posibilitó una masiva inmunización.

La mayoría ciudadana percibe que el Gobierno no ha sido consecuente con los votantes que lo eligieron. Representaban una tendencia contraria al regreso de quienes gobernaron impulsando un Estado absolutista, que limita libertades; aquello implicaba tener una hoja de ruta clara y ejecutar acciones dando atención urgente a problemas como la falta de empleo, que exhibe porcentajes inferiores a los de antes de la pandemia. La inversión pública es casi nula, el costo de vida se ha incrementado por impuestos que sanean el déficit fiscal pero frenan el crecimiento económico. La seguridad social sigue en precaria situación, no existe un programa consistente de fomento a la actividad agropecuaria, no hay acciones decisorias que contrarresten la corrupción, no existen programas concretos de vivienda, no hay una adecuada atención a la salud y la educación, la pobreza y la inseguridad avanzan, y eso es socialmente explosivo. En síntesis, un Estado que se enriquece y una población que se empobrece. Los problemas no se resuelven con propaganda ni cifras, sino con obras o acciones.