Medardo Mora Solórzano | Degradación de la política

En el consumismo de la actualidad, la política se ha reducido a campañas publicitarias, al mercadeo de un candidato
La actividad política bien entendida enaltece el espíritu de quienes buscan servir a sus conciudadanos y procurarles mayor bienestar. Esas han sido históricamente las convicciones de quienes hacían política, las diferencias estaban en las tesis en cómo conseguir esos propósitos. Así surgen quienes priorizaban mantener tradiciones, quienes sostenían que sin libertad e igualdad jurídica es imposible hablar de dignidad, quienes creían en alcanzar una igualdad social. Estos ideales daban origen a ideas conservadoras, liberales o socialistas; habían discrepancias internamente pero los ideales mantenían la militancia. No existían ‘camisetazos’.
Esas diferencias originaban controversias que enriquecían la política. Los dirigentes se capacitaban, comprendían que la política es una ciencia compleja que exige dedicación, estudios, sacrificios, comprensión de la realidad socioeconómica, conocer la política en sus aspectos teóricos y prácticos; que enciende pasiones. Quien aspira a un alto cargo debe prepararse responsablemente. Gobernar es un arte, exige saber cómo hacerlo y hacerlo bien. De esa manera de hacer política solo quedan recuerdos y raros dirigentes con esa visión y convicciones.
En el consumismo desbordado de la actualidad, la política se ha reducido a campañas publicitarias, al mercadeo de un producto llamado candidato, que para esos efectos necesita contar con recursos económicos cuantiosos, inversión que a veces quiere ser cobrada saqueando recursos públicos con negociados en contratos de obras o adquisición de bienes. Los ideales van desapareciendo y todo se reduce a una lucha canibalesca por captar el poder y enriquecerse ilícitamente. Los movimientos políticos reducen su actividad a campañas electorales y a beneficiarse de los fondos que les asigna el Estado.
Ya no hay distinción entre las clásicas izquierda y derecha, en ambas prevalece un populismo demagógico que está sepultando la democracia. Al tener actitudes iguales confunden al ciudadano, que no distingue qué favorece más al país. Hay seudoizquierdistas con prácticas más represivas que la de déspotas sanguinarios.