Martín Pallares | Shakira: sacar provecho a la oportunidad
Crear estímulos tributarios que faciliten la llegada de espectáculos de gran escala no es solo razonable: es indispensable
Lo ocurrido en Quito con la visita de Shakira no solo fue extraordinario por el inmenso movimiento económico generado en una ciudad deprimida, ni por el impulso emocional que tanto necesitan los quiteños. También obliga a las autoridades nacionales y municipales a replantear el régimen tributario que pesa sobre los espectáculos. Está claro que el dinero que ingresó directamente a la economía local durante los tres días de conciertos tuvo un impacto mucho más potente y beneficioso que cualquier monto que municipios o Gobierno puedan recaudar con impuestos a los espectáculos públicos. Es, de hecho, más probable que lo recaudado termine en gasto corriente -que solo alimenta la estructura burocrática municipal- que en la economía real: la de una familia pobre que vive de vender comida callejera o recuerdos del concierto, como pelucas, cintillos o afiches.
El ejemplo internacional es ilustrativo. El Eras Tour de Taylor Swift reactivó de modo sustancial las economías de varias ciudades de EE. UU., al punto de que surgieron términos como ‘Swiftonomics’ y ‘Taylornomics’ para describir su impacto. Un estudio determinó que solo dos conciertos en Colorado aumentaron en $ 140 millones el PIB estatal. En Chicago, las autoridades reportaron un récord histórico de ocupación hotelera: 97 % durante las fechas de sus presentaciones.
Lo de Shakira en la región no fue distinto. En Bogotá, según autoridades colombianas, sus conciertos generaron alrededor de $ 35 millones solo en el primer trimestre de 2025. El impacto se distribuyó en alimentos, bebidas, transporte, ‘souvenirs’ y un efecto multiplicador en comercio, servicios y logística. En Medellín, en abril de 2025, la presentación dejó entre $ 11 y $ 12,4 millones. En Quito el fenómeno se repitió. Estimaciones oficiales hablan de entre $ 40 y $ 50 millones generados, con la mayor ocupación hotelera en 10 años: 90 %. Todo esto en una ciudad que, precisamente, necesita actividad económica urgente.
Con estos antecedentes, crear estímulos tributarios que faciliten la llegada de espectáculos de gran escala no es solo razonable: es indispensable. Podría ser, incluso, algo mucho más necesario y urgente que ciertas decisiones políticas. Y mucho más barato, claro está.