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Martín Pallares: Noboa y el peligro de los ‘yes man’

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Noboa podría caer en lo mismo: llega al poder sin una estructura partidista que le pueda proveer de capital humano

Daniel Noboa aún está a tiempo de evitar un error que a Guillermo Lasso le costó mucho: colocar en cargos clave en el gobierno a empleados suyos del Banco Guayaquil o a personas cuyo mayor mérito era la amistad que los unía y no su compromiso con la cosa pública ni su capacidad para administrarla. Lasso se rodeó de lo que los gringos llaman los ‘yes man’ y que son los funcionarios que dicen sí a todo lo que su jefe hace o dice para ganarse su favor y ascender en la empresa. Este fenómeno, que en inglés se conoce como ‘cronysm’, fomenta el consenso acrítico con los jefes. Además, cuando un jefe de Estado se rodea de sus amigos se crea un caldo de cultivo para la corrupción: el gobernante no cree en las denuncias que afectan a sus funcionarios-amigos o se hace el gil con ellas y las ignora. Lasso estuvo rodeado de amigos que le decían sí a todo y cuando llegaron denuncias que los tocaba o no las creyó o prefirió mirar hacia otro lado hasta que fue demasiado tarde.

Noboa podría caer en lo mismo: llega al poder sin una estructura partidista que le pueda proveer de capital humano para ocupar los cargos que son neurálgicos y que son los más delicados a la hora de administrar los fondos públicos. Además, Noboa trae sobre sus espaldas una experiencia muy parecida a la de Lasso: la de tener una estructura empresarial muy grande y poderosa que puede hacerle caer en la tentación de echar mano de gerentes, presidentes y administradores de empresas suyas que, por muy valiosos que puedan ser, van a actuar como empleados o amigos más que como funcionarios públicos. Es decir, mucho ‘yes man’ que pueden encapsularlo en una burbuja.

El peligro no es únicamente la creación de un consenso acrítico en la Presidencia de Noboa ni la posibilidad de que no se dé crédito a una eventual denuncia de corrupción, sino que estos amigos confundan lo público con lo privado. Alguna vez lo dije en esta columna, pero vale la pena volver a hacerlo: cuentan que cuando Galo Plaza llegó al poder, el Partido Socialista, con el que había hecho alianza le pidió que colocara en un Ministerio a uno de sus cuadros más intachables y virtuosos: Juan Isaac Lovato. Plaza les dijo que no porque Lovato era su íntimo amigo. Ahí actuó un estadista. Ojalá, Daniel Noboa, piense igual a Plaza que, dicho sea de paso, era gran amigo de su abuelo y fundador de la dinastía empresarial Noboa, Luis Noboa Naranjo.