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Piernas de convicción

Avatar del Mariasol Pons

Quiero pensar que la reflexión nos lleva a andar por el mundo con piernas de convicción, respetando la diversidad y con un motor colectivo ultratecnológico de libertad

El jueves por la noche, durante la Feria del Libro de Guayaquil, Mr. Books organizó el lanzamiento de mi novela ¿De quién son estas piernas?, en una nueva edición de editorial Planeta. Cecilia Velasco llevó una conversación muy interesante que nos condujo a encontrarnos varias veces frente al tema de la libertad, eje medular de la historia.

No hablaré de la novela, pero sí de su contexto.

Se da en el año 2032, en un mundo donde la Corporación Holograma regula la interacción entre humanos. En ese tiempo, un chip controla los niveles bioquímicos considerados “adecuados” y la población que paga a la corporación es continuamente vigilada y controlada mediante avances tecnológicos que “facilitan” la vida.

Allí se despierta María Rutini, de un colapso nervioso que le ha producido la pérdida de la memoria, para descubrir que vive en un holograma de control. Las circunstancias le exigen que decida con qué piernas quiere andar, hacia dónde quiere ir y sobre todo, quién escoge ser.

Y por eso hablo de libertad al inicio del artículo, porque como seres humanos tenemos que ser dueños de ella. Sin libertad la vida pierde chispa y encanto. Ser dueños de nosotros mismos es el goce más profundo de sentirse vivo. La libertad no equivale a irresponsabilidad, no hay nada más liberador que saberse absolutamente responsable de las propias decisiones.

La profundidad de Cecilia Velasco nos llevó a ahondar y compartir con la sala temas diversos, no necesariamente contenidos en la novela, que continuamente apelaban a que responda esa pregunta interior: ¿De quién son estas piernas?

Explorar la pregunta termina por equivaler a quién escojo ser en este espacio de tiempo que transito en el planeta y, como ley física, me encuentro con la convicción. Esa fuerza que no conoce rivales cuando se empodera y nos lleva a creer lo que nos propongamos. Creer que tenemos la capacidad de hacer cosas inimaginables y que solo hace falta tomar la decisión para, disciplinadamente, fortalecer las piernas y echar a andar.

Demasiadas veces y con demasiada facilidad nos adormecemos en la propia existencia; es más cómodo dejar de tomar decisiones e ir por la vida reaccionando ante las cosas. Al final, tanto la acción como la reacción son principios de la física. Pero escojo repetir este tema en la columna ante mi imperiosa convicción de que para vivir hay que sentir, y como parte del sentir se evoca un universo de elementos de todos los colores y los sabores.

En mi novela imagino un futuro distópico con grandes avances en salud, pero serios retrocesos de comportamiento y de dinámica social. El mundo de María Rutini es un mundo absolutamente conectado hacia fuera y absolutamente desconectado hacia dentro. Y esto me persigue porque veo como amenaza que el beneficio de la comodidad, planteado por la tecnología y sus avances, venga a un precio inimaginablemente alto. No quiere decir esto que sea antitecnología y que el texto sea una apología a volver a la vida en la selva, sino a un planteamiento simple y sincero de cuestionar las decisiones que pueden construir una vida aprisionada en un holograma de control.

Quiero pensar que la reflexión nos lleva a andar por el mundo con piernas de convicción, respetando la diversidad y con un motor colectivo ultratecnológico de libertad.