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Castillo y el Perú

Avatar del Mariasol Pons

La coordinación ciudadana y su involucramiento son vitales como contrapoder en el sendero del balance; muchas veces el abuso ocurre porque se lo permite

En teoría, el 28 de julio Pedro Castillo recibió al Perú para atender adecuadamente a sus ciudadanos, sin vulnerar las libertades y, en teoría, tiene la obligación de devolver en el 2026 un mejor país del que recibe.

Durante su discurso, ese día, dijo: que no estatizaría, que los “delincuentes extranjeros tendrían 72 horas para abandonar el país” y que los jóvenes desempleados que no estudien deberán realizar el servicio militar.

La primera afirmación parecería dirigirse a los 18 mil millones de dólares que abandonaron el Perú en el período previo a la toma de mando del profesor Castillo.

La segunda afirmación jugaría, como dice el dicho: “al que le cae el guante que se lo chante” y, sin duda, no suena a lo propio de un mandatario, pues si hay indagaciones y causas judiciales estas deberían seguir el debido proceso.

Sobre lo tercero, el servicio militar en el Perú dejó de ser obligatorio hace mucho, ¿cómo pretende implementar este tema? Es una incógnita.

Decía una articulista peruana: “Castillo no ha sido elegido para impulsar una constituyente ni para llevar a Vladimir Cerrón al poder, o limitar las libertades de los peruanos; ha sido elegido para mejorar las condiciones de vida, sobre todo de aquellos que se sienten excluidos de los beneficios del crecimiento y desarrollo. No ha sido elegido para cambiar las reglas de juego, ni para detener el crecimiento y la inversión.”

En contexto, debemos resaltar que la economía del Perú se ha manejado de tal forma que sus crisis políticas no han afectado el aprovisionamiento de sus reservas, y su política exterior ha permitido que sea parte de acuerdos comerciales fundamentales para apuntalar la inversión y el crecimiento en dicho país.

El Perú ha crecido a un ritmo saludable constante y su sector productivo ha tenido logros importantes debido a que sus crisis políticas no afectaban de manera considerable sus finanzas.

Ante la expectativa de quién sería su jefe de gabinete, la respuesta fue clara en cuanto quiénes conforman el círculo de confianza del nuevo presidente.

El nombramiento del parlamentario de 41 años, Guido Bellido, al que se abrió una investigación por presunta apología del terrorismo, por defender a los miembros de Sendero Luminoso, es ahora quien lidera el gabinete presidencial y quien llevará las conversaciones entre el Ejecutivo y el Congreso.

En esta figura el Perú cuenta con un Congreso que no está alineado con Pedro Castillo. Esto da algo de tranquilidad en el sentido de encontrar balance en los poderes del Estado. Sin embargo, el mal sabor de boca se aúna cuando se anuncia la juramentación de su gabinete sin acceso a prensa.

Las señales que da el profesor de izquierda, vinculado a personas condenados por corrupción y públicamente defensoras del terrorismo no pueden sino causar estupor.

La caja fiscal está bien proveída y esto, irónicamente, podría jugar en contra de los intereses que disciplinadamente acumularon las provisiones de reserva para tener estabilidad.

La coordinación ciudadana y su involucramiento son vitales como contrapoder en el sendero del balance; muchas veces el abuso ocurre porque se lo permite.