Buda complaciente IV

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"Recorriendo el país, comprobé la impresionante cantidad de lagartos de todo tipo que estaba incrustada en casi todas las dependencias del Estado".

Me toca, dijo el lagarto y reencarnándose lo dejaron en Manta: bella ciudad, y los manabitas maravillosos y hospitalarios. Allí probé platillos deliciosos: el bolón, la cuajada, el biche, la sal prieta; vi un pescado llamado chame y por mi instinto quise devorarlo en el acto.

Conversando, me contaron de un terremoto y sus penurias, pues un gran lagarto desde Quito, junto con los lagartos de su equipo, se apoderaron de sus fondos y los dilapidaron dejándolos abandonados y con muchas carencias.

Pasé a Guayaquil, hermosa ciudad transformada por 2 alcaldes fabulosos. En av. Olmedo vi un edifico del IESS, cuya belleza exterior contrastaba con su improductividad a consecuencia de algunos lagartos que había pasado por allí, y me contaban que en Quito, en un edificio en donde laboraron lagartos de gran envergadura, al ritmo de zarzuela habían despilfarrado los recursos institucionales a base de coimas y comisiones, consiguiendo que se nombre consulesas a sus cónyuges.

Recorriendo el país, comprobé la impresionante cantidad de lagartos de todo tipo que estaba incrustada en casi todas las dependencias del Estado.

En una esquina me encontré con alguien que iba a renovar su licencia y le pregunté si estaba preparado, respondiéndome que de ninguna manera: yo he pagado $ 250 y me la entregan sin pruebas ni exámenes.

Comprobé un verdadero pandemónium al ver a las ratas en el IESS cómo se robaban hasta las tarjetas de débito de los difuntos, dejándolos en soletas. Los lagartos zumbaban en el manejo de cadáveres: uno pedía $ 1.000 por un féretro; otro $ 15 por abrir la puerta; otro $ 150 por sacar la lápida para introducir un cuerpo; un cuarto, $ 100 por ayudar a encontrar un cadáver perdido desde hacía 10 días; y otro $ 150 por la venta de una funda impermeable para colocar un cadáver insepulto. En la fila, un guardia cuidaba el orden, pero por $ 5 lo adelantaba de puesto.

Horrorizado, increpé al maestro Buda por haber permitido la reencarnación descontrolada de lagartos en el Ecuador, dañando así la imagen de un progresista, pujante y hermoso país.

Y sigo andando…