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Juan Carlos Holguín | Un festejo inédito del mundial de clubes

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Hay que resaltar a una persona para esta realidad que hoy tiene el fútbol ecuatoriano: Dusan Drascovic

Es un orgullo para los ecuatorianos constatar que un compatriota levante con su club una copa del mundo. Una imagen que pocos hubiesen imaginado hace apenas 25 años, época en la que ni siquiera habíamos asistido con nuestra selección a un mundial de fútbol.

Más orgullo aún que de esa final participen dos ecuatorianos, aunque Willian Pacho no haya podido jugar por estar sancionado. Sin embargo, Pacho también fue protagonista de la jornada, pues los medios franceses analizaron la derrota del PSG resaltando como factor fundamental la ausencia de nuestro futbolista.

Es que en los últimos años el fútbol de nuestro país ha sabido aprovechar las coyunturas del desarrollo de este deporte como industria, donde la potencia física y biotipo del jugador es altamente valorado en mercados maduros como los europeos.

Hay que resaltar a una persona para esta realidad que hoy tiene el fútbol ecuatoriano: Dusan Drascovic. A su llegada al país en 1988, encontró el biotipo adecuado del futbolista ecuatoriano, pues impuso una metodología no solamente deportiva, sino científica.

Gracias a buenos proyectos de desarrollo deportivo, en la actualidad el futbolista ecuatoriano es altamente valorado en las grandes ligas. A pesar de la situación precaria del torneo profesional local, hay equipos como Independiente, Universidad Católica, Vino Tinto, Orense, entre otros, que están enfocados en dar una salida digna a los chicos a través del deporte.

Por otro lado, el Mundial de Clubes fue una gran vitrina para demostrar la importancia del fútbol en el mundo. Como lo hemos analizado antes, en muchas naciones el fútbol es un elemento vital de la construcción de sus sociedades. Y es también una herramienta poderosa de implementación de políticas públicas, para evitar el consumo de drogas o para fomentar la práctica de una vida sana.

Los grandes eventos deportivos, por su parte, han sido a la vez estrategias políticas de muchos gobiernos. Dos ejemplos: los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín o la forma en que Mandela utilizó al Mundial de Rugby de 1995 como uno de los sucesos políticos más importantes de la historia de Sudáfrica. Con el rugby superó rencores muy fuertes que se encontraban en la sociedad y revirtió la percepción que la población negra sudafricana tenía del rugby, que simbolizaba el poder blanco, para lograr algo nunca visto en su país: que toda la población sin importar su condición racial, apoye un objetivo común, que era ganar el mundial.

Por ello, ver al presidente Trump en la final del Mundial de Clubes de la FIFA no sorprende. En su habilidad comunicacional tiene la intuición del impacto mediático que esto tenía en el mundo occidental. Su decisión deliberada de mantenerse en medio del festejo del Chelsea logró una imagen que dio inmediatamente la vuelta al mundo.

El fútbol simbolizará en los próximos meses los movimientos geopolíticos de algunas potencias. Será interesante conocer en los siguientes meses cuál será la posición del presidente Trump respecto al próximo mundial, que lo organizará -hasta ahora- junto a México y Canadá. ¿La migración y la política pesarán más que la FIFA?