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Hacia la meta

Avatar del JORGE ANDRADE AVECILLAS

El Gobierno avanza con la campaña de vacunación, más importante aun que las acciones a tomar para regularizar la caótica situación económica y política en que encontró el país. Las decisiones que se tomen para mejorar la recaudación tributaria, educación, salud, producción agrícola, industrial y turística para la reactivación deberán descansar en una base sólida para llevar adelante el incansable trabajo que se necesitará para lograrlo. Esa base es una sociedad sana y sin miedo.

Se debe lograr el objetivo de los nueve millones de inoculados para mitigar la posibilidad y peligro inminente de un rebrote de la pandemia, lo que anularía cualquier medida de reactivación, desarrollo y progreso, pues serían necesarias nuevas medidas restrictivas, como lo ocurrido esta semana en Guayaquil y El Oro, con consecuencias que todos hemos vivido durante año y medio y que nos tienen postrados económicamente como personas, empresas y país.

Pese a que la vacunación está reconocida como la estrategia de mayor beneficio en salud pública, ha existido ausentismo para su aplicación debido a la influencia de grupos detractores difundida a través de redes sociales. La ciudadanía debe comprender que oponerse a la vacunación por miedo a mitos inventados, creencias religiosas o rumores infundados es una rebelión sanitaria, una irresponsabilidad con uno mismo y una insensibilidad con los demás. Sin embargo, en los últimos días la ciudadanía se ha volcado a recibir la vacuna, por temor a la nueva variante y por la participación y colaboración de gremios, municipios, universidades y empresas privadas. Debemos estar optimistas porque como sociedad, contando con colaboración institucional, todos juntos vamos hacia la meta propuesta. Si queremos recuperar la vida que se nos escapó de un momento a otro, no seguir en esta incertidumbre de vivir con miedo, dolor y luto, es necesario que nos vacunemos. Podría ocurrir que la vacuna no nos libre de un contagio, pero si nos contagiamos, nos ayudará a librarnos de la muerte. No importa que vacuna nos toque, la mejor vacuna es la que ya está puesta en nuestro brazo.