Joaquín Hernández: Arendt, el genio femenino
Esta ubicuidad intelectual de Arendt, permite encontrarla en las encrucijadas de nuestro tiempo
Este diciembre de 2025 se cumplen 50 años de la muerte de Hanna Arendt. Frente a su obra se experimenta un malestar: el de lo inclasificable. ¿Qué fue ella en último término: filósofa, ensayista, pensadora política? Por acaso tiene también un libro de poemas editado por Herder. Si ligeramente se opta por decir que fue filosofa, ¿dónde ubicarla en la filosofía contemporánea del siglo XX? Pese a su origen judío y a su preocupación por la política, no formó parte de la Escuela de Frankfurt ni tampoco se la puede situar entre los seguidores de Heidegger, como Gadamer o Agamben, que llegaron a tener vida propia. Y aunque vivió buena parte de su vida en Estados Unidos, no estuvo contagiada por los pensadores de las filosofías del lenguaje. Tampoco se la puede ubicar fácilmente con la etiqueta de ensayista. Si el ensayo es, como decía don Alfonso Reyes, el centauro de los géneros, su carácter de improvisación y de falta de límites no se compadece con la autora de libros como La condición humana o La vida del espíritu. Y, aunque fue en 1961 a Jerusalén para estar presente en el juicio de Eichmann, puede afirmar que, “en la medida en que necesitaba pensar, me he retirado del mundo”.
Para Arendt no hay una relación teoría-praxis, como se suele pensar, sino que hay una cesura; se trata de dos ámbitos separados. Para ella solo se puede actuar en concierto, en comunidad con las demás personas; en cambio, solo uno puede pensar consigo mismo. Por ello fue una pensadora solitaria y resulta inclasificable en los movimientos de pensamiento. Esta ubicuidad intelectual de Arendt permite encontrarla en las encrucijadas de nuestro tiempo. Parafraseando uno de los títulos de sus libros, es una pensadora para tiempos sombríos. Su análisis del totalitarismo permite entender cómo las ficciones políticas pesan más que la realidad. Y con el caso de Eichmann, un hombre común y corriente, un burócrata entrenado solo para obedecer, mostró que el mal puede ser ejercido desde la normalidad. Como señaló Eugenio García-Huidobro en El País de Madrid, “en un mundo gobernado por algoritmos, indicadores y complejas burocracias que diluyen la responsabilidad hasta hacerla imperceptible, su lección es más urgente que nunca: el verdadero peligro no es la maldad, sino la ausencia de juicio”.
Pensar lo que es la vida fue una de las grandes preocupaciones de Hannah Arendt. En ella mostró el milagro de la natalidad, de lo nuevo que acontece, la maravilla de la singularidad.