Joaquín Hernández Alvarado | El retorno del estoicismo

Tanto ese pasado, relativamente reciente y nuestra actualidad, tienen en común el imperio de la violencia y la presencia
Hace unos días, gracias a una invitación de la Universidad Espíritu Santo (UEES) con ocasión del Día del Libro, comenté ante estudiantes de diversas facultades mi obra El fracaso de la filosofía de la liberación latinoamericana.
Hablé del clima intelectual y cultural en que surgió dicha filosofía en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, en contraste con la actualidad.
No niego que esas décadas fueran violentas: golpes de Estado, grupos revolucionarios, dictaduras militares, secuestros, torturas, asesinatos y todas las bajezas humanas. ¿Hay diferencias con hoy?
Aquel pasado y nuestro presente comparten el imperio de la violencia y la presencia del dios de la guerra.
Sin embargo, hay factores que los distinguen. Una característica de esos años fue la falta de ambigüedad.
El mundo estaba dividido entre dos potencias enfrentadas en lo político, ideológico, económico y militar. El maniqueísmo era evidente: uno era ‘progresista’ o ‘reaccionario’, ‘demócrata’ o ‘totalitario’. La cortina de hierro marcaba con claridad la separación de ambos mundos.
Hoy vivimos en la ambigüedad.
Autocracias se presentan como democracias; las libertades se convierten en derechos de minorías que ignoran a las mayorías; los progresistas reviven persecuciones fanáticas en nombre del cambio.
Zizek ilustra bien esta ambigüedad en Como ladrón en pleno día, al contar que, en un hotel, su pareja pregunta si se puede fumar. Le responden que está prohibido, pero que hay un cenicero en la habitación.
Las ideologías han colapsado en menos de medio siglo. No debiera despacharse esta disolución por la banalidad de nuestra época. Las ideologías imperantes en la guerra fría fracasaron al tratar de justificar los sacrificios del presente en nombre de grandes causas, la revolución, el compromiso, el progreso. Los grandes relatos fueron impotentes para dar cuenta de la fugacidad del instante, de la instantaneidad del gesto en que consistimos los seres humanos. No se trata de añorar esas décadas de fuego y delirio, ni de ensalzar el presente, olvidando que es tan mortal como las épocas anteriores. Por ello es posible que los estoicos estén tan de moda y que Marco Aurelio sea tan popular entre los jóvenes.