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Jeannine Cruz | ¿Quién redacta el país?

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Ecuador necesita una Constituyente con altura, no una plataforma para populistas

Ecuador enfrenta una nueva encrucijada histórica: la posible convocatoria a una Asamblea Constituyente. Sin embargo, la discusión pública ha comenzado a desviarse peligrosamente hacia una idea equivocada y populista: que cualquier ciudadano, sin requisitos ni preparación, puede ser candidato para redactar la nueva Constitución. Este argumento, aunque envuelto en discursos de inclusión, representa una grave amenaza para el futuro institucional del país.

Una Asamblea Constituyente no es un escenario más de representación política. Es el espacio donde se define el pacto social, el modelo de Estado, la estructura de poder y la garantía de los derechos fundamentales de millones de ecuatorianos. No podemos permitir que este proceso vuelva a ser secuestrado por la improvisación, el oportunismo o la mediocridad que tanto daño han hecho a nuestras instituciones.

La refundación del Estado no puede convertirse, otra vez, en un experimento fallido. La responsabilidad recae, en primer lugar, en los partidos y movimientos políticos, que deben asumir con seriedad el momento histórico y postular únicamente a hombres y mujeres con integridad, formación y experiencia. No hacerlo sería una traición al país y un anuncio anticipado del fracaso de este nuevo intento de reconstrucción democrática.

¿Qué requisitos mínimos debe cumplir un candidato a la Constituyente? Trayectoria ética comprobada, sin procesos judiciales ni cuestionamientos por corrupción. Formación académica mínima, con título universitario registrado. Conocimientos en áreas clave como derecho constitucional, derechos, economía, políticas públicas, historia y teoría del Estado. Experiencia profesional en el sector público o privado; que demuestre capacidad de análisis y ejecución. Compromiso democrático y respeto por los valores republicanos, más allá de intereses personales o partidistas.

Hoy más que nunca, Ecuador necesita una Constituyente con altura, no una plataforma para populistas ni una feria de intereses personales. La democracia se fortalece con calidad institucional, no con improvisación. Y la calidad institucional empieza por quienes la diseñan.