Jeannine Cruz | La Constituyente es el camino

La Constituyente no debe entenderse como un simple cambio de reglas, sino como la posibilidad de renovar la confianza
Ecuador vive una etapa de transformaciones que no admite titubeos. El Ejecutivo ha decidido impulsar una Asamblea Constituyente, convencido de que el país requiere un nuevo pacto social capaz de responder a los desafíos de esta época: seguridad, empleo, inversión y legitimidad institucional. No es un gesto improvisado, sino una propuesta planteada en campaña que hoy se convierte en eje de su proyecto político.
La ruta es compleja y está definida en la Constitución: dictamen previo de la Corte Constitucional, consulta popular para autorizar el proceso, elección de los asambleístas constituyentes y referendo final para aprobar la nueva Carta Magna. Pasos largos y costosos, pero profundamente democráticos, porque garantizan que sea el pueblo quien decida el futuro del país.
Más allá de los procedimientos, lo central son los contenidos. Ecuador no debe desaprovechar la oportunidad de debatir cambios estructurales que devuelvan confianza. Entre ellos, la eliminación del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), una institución que, pese a su propósito inicial, terminó debilitada por la politización. Superar esta etapa abriría paso a un modelo de control más transparente y legítimo.
El Ejecutivo ha demostrado decisión al asumir un desafío político de gran magnitud. En un escenario marcado por la inseguridad y la urgencia social, apostar por una Constituyente implica valentía y visión de futuro. Claro está que los tiempos políticos son exigentes: habrá procesos electorales que se cruzarán con esta iniciativa y será necesario sostener músculo político y unidad nacional para que el esfuerzo no se diluya.
La Constituyente no debe entenderse como un simple cambio de reglas, sino como la posibilidad de renovar la confianza en las instituciones y fortalecer la democracia. Hoy Ecuador tiene la oportunidad de dejar atrás un ciclo de desconfianza y abrir uno nuevo, en el que el Estado vuelva a estar al servicio de la gente.