Jeannine Cruz | 72 mil historias interrumpidas

El abandono escolar en Ecuador refleja desigualdad y pobreza; cada niño fuera del aula es una oportunidad perdida
Cuando un niño abandona la escuela no se pierde solo un pupitre, se apaga un sueño.
Las cifras del Ministerio de Educación hablan de 72.644 estudiantes que abandonaron las aulas en el ciclo 2023-2024. A primera vista puede parecer un número más en la larga lista de problemas que atraviesa el país. Pero detrás de cada cifra hay una historia: un adolescente que tuvo que dejar de estudiar para trabajar, una familia que emigró, una niña que nunca volvió al aula porque la pobreza le cerró las puertas. El total de matriculados también disminuyó: de 4,2 millones en 2023-2024 a 4,1 millones en 2024-2025. El Gobierno explica esta reducción por la baja natalidad y el auge del ‘homeschooling’. Es cierto. Pero el problema se extiende y toca el corazón de nuestra sociedad. La realidad es más dura: la pobreza, la migración y la violencia están dejando a nuestros niños sin escuela.
El impacto es más visible en el bachillerato, entre jóvenes de 16 a 18 años; muchos dejan el colegio porque deben trabajar para llevar dinero a sus casas, otros, lamentablemente, son seducidos o forzados por bandas criminales.
En 2011-2012 el país vivió un pico de 229.620 abandonos escolares. Hoy, aunque los números han bajado, persiste una herida profunda. Más de 400.000 niños y adolescentes estudian con sobreedad, cargando con rezagos que les dificultan terminar sus estudios a tiempo. Cada estudiante que se va representa una oportunidad perdida, para él o ella, y para todo el país.
¿Qué hacer? La respuesta no está únicamente en el Ministerio de Educación. Necesitamos un pacto colectivo: becas y ayudas que alivien la carga económica de las familias. Escuelas seguras y motivadoras donde los niños quieran estar. Programas de formación técnica y empleo juvenil que conecten la educación con un futuro posible. Espacios culturales y deportivos que protejan a los adolescentes de las mafias.
El abandono escolar es, en el fondo, un problema humano. Cuando un niño deja las aulas, el país entero retrocede. Si queremos un Ecuador más justo, seguro y próspero, debemos empezar por lo esencial: que ningún niño, sin importar su origen o condición se quede fuera de la escuela.