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Agotamiento

Avatar del Jaime Rumbea

Quizá les hace falta unas vacaciones y una toma de perspectiva a quienes son llamados a tomar acción’.

Es de Adam Smith de quien se conocen las primeras observaciones sobre un fenómeno al que bautizó “agotamiento de la compasión”. En desuso durante siglos, algunos autores anarquistas lo refieren en la actualidad al ensayar explicaciones para el desarraigo contemporáneo.

En su Teoría de los Sentimientos Morales, allá por 1759, Smith explicaba que la regla según la cual los seres humanos tenemos inclinación a empatizar entre nosotros, identificándonos con las alegrías y las tristezas de nuestros pares, tiene sus excepciones.

Es el caso del “agotamiento de la compasión”, según el cual las poblaciones en extrema pobreza son tan consistentemente miserables que las personas a su alrededor que normalmente sentirían empatía, en cierto punto, agotados sus recursos emocionales y cognitivos ante una situación tan extrema, pasan a ignorar por completo su existencia.

En el argot de los entendidos, allí se conjugan sesgos heurísticos tan variados como el efecto paisaje o el agotamiento cognitivo. Hoy sabemos con ciencia cierta que la mente es capaz de desaparecer cosas de nuestra conciencia cuando las vemos con frecuencia en el mismo sitio, en el primer caso, así como es capaz también de desconectar ciertas de nuestras facultades cuando les hemos exigido demasiado.

Debe haber sido por corrección política que el concepto quedó en desuso: los mismos miserables de Víctor Hugo en el siglo XIX existen hoy, sin que por lo tanto hayan llegado a ser materia central de conciencia social. Mendigos en la calle, estadísticas vergonzosas sobre pobreza, apenas compiten en el día a día con otras risibles prioridades políticas.

¿Será que les pasa también a los presidentes y a los políticos que rápidamente agotan sus recursos cognitivos y emocionales para empatizar con los más pobres o desprotegidos? Si esto pasa con sentimientos tan nobles como la compasión o la empatía, será que pasa también con el miedo o el hastío?

A juzgar por los horribles niveles de inseguridad que vive el país, parecería que los ciudadanos estamos agotados y somos incapaces de hacer nada. De los políticos, ni qué decir.