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Vivir buscando fantasmas del pasado es un ancla que no deja progresar a la región probablemente más rica en recursos del planeta

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, no es una persona ajena a los escándalos; es más, parece buscarlos. La última polémica viene, una vez más, con la amenaza de paralizar (por no decir romper) las relaciones con España ya que don AMLO aduce que la relación con España es parecida a una segunda conquista y de constante saqueos por parte de las empresas españolas que invierten en los Estados Unidos de México, creando puestos de trabajo para alrededor de trescientos mil mexicanos directamente, con mucha más repercusión en la economía, indirectamente. España es además el segundo inversor en México, después de Estados Unidos. AMLO, desde el principio de su campaña, ha buscado un constante enfrentamiento con el Reino de España, ya que piensa que culpar constantemente a España, que hace más de 200 años dejó de estar en México, es una catapulta de popularidad, como en su día ya lo han utilizado otros políticos de su cuerda, como Hugo Chávez y Cristina Fernández de Kirchner. Seamos sinceros, México tiene una cantidad de problemas muchos más urgentes, de los cuales las relaciones con España no están ni en las primeras 20 de las preocupaciones inmediatas de los mexicanos. AMLO, que es nieto de españoles, aunque quiera renegar de ellos, tiene como principal problema hoy en día la corrupción institucional, como la gran mayoría de países latinoamericanos. Este problema se agrava en el caso de México por los 3.200 kilómetros de frontera con Estados Unidos, que es una bendición (por los acuerdos arancelarios que han ayudado a la empresa mexicana) y su perdición (permeabilidad de la frontera) al mismo tiempo. Esa corrupción hoy en día es rehén en muchas partes del país de la lacra del narcotráfico, que ha creado, como crea en todas partes, una espiral de violencia, en el caso mexicano absolutamente descontrolada. En los más de tres años de mandato de AMLO ha habido más de 100.000 asesinatos violentos en las calles del país, promediando entre ellos el de un periodista a la semana, todos ellos dedicados a hablar de corrupción de los estamentos del Estado o su relación con el narcotráfico, negocio que mueve muchísimos billones de dólares en un país con un problema de equidad de riqueza enorme. Los problemas de López Obrador no son España ni sus empresas, pero es más fácil decir que ese es el origen del mal que arreglar los problemas de verdad. Eso pasa en la gran cantidad de países da Latinoamérica: es más fácil, 200 años después de dejar de ser parte del Imperio Español, echar la culpa a España, sin tener en cuenta lo que hemos hecho y deshecho en los siguientes 200 años de construcción de proyectos nacionales. Estamos demasiados enfocados en ese pasado, al que en verdad tenemos bastante que agradecer, como para centrarnos en el futuro que podría, y debería ser mejor. Vivir buscando fantasmas del pasado es un ancla que no deja progresar a la región probablemente más rica en recursos del planeta.