Premium

Desconfianza, miedo y delincuencia

"Se expresa en el alto nivel de denuncias presentadas en las fiscalías por delitos contra la propiedad, que superan anualmente las 300 mil"

Como consecuencia concreta de la crisis económica y de la COVID-19 se ha producido en el último lustro el crecimiento de la delincuencia callejera a nivel del país, tanto en áreas urbanas como rurales, que afecta cotidianamente a toda la convivencia colectiva. Se expresa en el alto nivel de denuncias presentadas en las fiscalías por delitos contra la propiedad, que superan anualmente las 300 mil; y por las diferentes modalidades que presenta como robos de celulares, accesoristas (robos de piezas de automotores como plumas, tapacubos, radios, etc.); cordeleros (atracos de bienes de los domicilios como ropa, zapatos, etc.); chineadores (atracadores violentos y en grupo de dinero de bolsillo, relojes, billeteras, mochilas, etc.); arranchadores (principalmente de carteras y/o paquetes, etc.); vendedores barriales de drogas (marihuana, H y/o paquetes con gramos de cocaína); asaltantes a pequeños locales comerciales y de servicios barriales, entre otras. Estas actividades delictivas se producen predominantemente en las calles de los barrios y en espacios públicos o en lugares desolados y oscuros, afectando a ciudadanos de toda clase social. En la comisión de estos delitos se produce también un alto subregistro de denuncias, ya que muchos afectados piensan que es una pérdida de tiempo y dinero como consecuencia del limitado accionar policial e ineficiencia de la administración de justicia, generándose un círculo perverso de captura-detención y bajo tiempo de detención, que provoca gran reincidencia. Hay sujetos que registran en sus prontuarios entre 20 y 30 detenciones por estas infracciones, generando mayor desconfianza ciudadana en los mecanismos de control social. Además, la letalidad con la que actúan algunos delincuentes, producida por una serie de factores que ya trataremos, asesinando por un celular o $ 20 aumentan exponencialmente el miedo de la población, que opta por reducir al máximo sus salidas. En este accionar se emplean armas de fuego de fabricación artesanal o cortopunzantes. Finalmente, la mercantilización de lo robado produce mercados o cachinerías como la PPG, la Bahía o Pedro Moncayo en Guayaquil.