Históricamente, en 1830, cuándo se desintegró la Gran Colombia bolivariana, hizo su aparición la violencia política con el asesinato de Sucre para lograr su desaparición por parte de los separatistas Santander, Páez y Flores. Posteriormente, en la naciente república se inició un largo enfrentamiento bélico entre los que defendían la guerra en nombre de Dios y aquellos que lo hacían invocando a la razón, conservadores vs. liberales, entre Iglesia y Estado, conflictos entre unitaristas y federalistas, o entre proteccionistas y librecambistas, que llegó más allá de la segunda mitad del siglo XX. 

La soldadesca salida de las guerras de independencia dio paso al ascenso de productores agrarios y comerciantes que se enfrentaron a lo largo del siglo XIX por el manejo del poder del Estado. En el pasaje al siglo XX se destacaron la “guerra de los mil días”, 1899-1902, donde según el gracejo popular “los gallinazos solo comían de coronel para arriba”; la pérdida definitiva de Panamá, por presión del creciente imperialismo estadounidense para gestionar el canal interoceánico; y la “masacre de las bananeras”, en 1928, sangriento bautizo de la clase trabajadora asesinada por el ejército a solicitud de United Fruit Company.

Durante este período aparecen nuevos actores sociales y políticos, como la clase obrera con sus sindicatos y movimientos sociales de indígenas, artesanos, campesinos y estudiantes, mientras el binarismo político hegemónico seguía enfrascado en conflictos armados fratricidas, sin que se declarara una guerra civil. 

En este primer período de “la Violencia”, de acuerdo a los historiadores, se produjeron el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, que provocó el Bogotazo, levantamiento popular tras la muerte del líder, que duró una semana y registró alrededor de 3.500 muertos por parte del ejército. Y fue incubando el golpe militar del Gral. Rojas Pinillas (1953-1957); la constitución del Frente Nacional (1957) y el Pacto de Benidorm (1956), acuerdo que permite que conservadores y liberales lleguen a un arreglo político y se alternen en el poder. También permite la recomposición de las guerrillas y, por ende, la segunda etapa de la violencia.