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Reflexiones sobre el crédito público

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"Si Ecuador no aprovecha la oportunidad del alivio temporal, la brecha de recursos se volverá más profunda y la tirantez social más grave"

¿Hemos cruzado el umbral de la crisis? La respuesta es, enfáticamente, ¡no! Sujeto aún a la aprobación final, el paso más firme dado en la dirección correcta será el mayor alivio en el servicio de los pasivos por los tres próximos años; habrá una reducción en el valor del principal adeudado (aproximadamente por el valor de lo que se ha amortizado en este año), y bajarán los intereses a niveles que, siendo aún altos en promedio, serán bajos en el corto plazo. Finalmente, se ampliará el plazo de las amortizaciones favoreciendo el flujo de caja proyectado. 

En lo negativo, hay de por medio el costo de la oportunidad perdida y los dineros que fueron utilizados para priorizar los pagos externos a expensas de las necesidades internas cuando las puertas del mercado ya estaban cerradas. A esto se añade la falta de visión que subsiste en el manejo fiscal.

Los temas pendientes son referentes a los otros tres tramos de la deuda pública. Entre estos, hay que llevar a cabo la reestructuración de los créditos bilaterales chinos con el objeto de lograr la reducción efectiva de los pasivos. 

No son aceptables los créditos amarrados y no se debe ejecutar ninguna operación de anticipos contra ventas futuras de petróleo que no se ajuste a las mejores condiciones de mercado (incluyendo los premios por barril) o cuyas tasas de interés sobrepasen el 2 % sobre saldos; tampoco se debe amortizar capital e intereses en cada barril que se entrega, y el marcador referente debe volver al WTI. 

La deuda interna debe ser priorizada en cuanto a su servicio y, en conjunción con la reforma del régimen previsional, constituirse en uno de los elementos para fomentar el desarrollo de los mercados de capitales. 

En cuanto a los créditos multilaterales, estos deben observar, por lo mínimo, equilibrio entre las amortizaciones y los nuevos créditos de desarrollo, particularmente social.

Todo gobierno se financia con impuestos y deuda, y, en nuestro caso, adicionalmente con los ingresos petroleros. Estos han servido para pagar intereses, amortizar deudas, malgastar en obras mal hechas y con sobreprecio, y financiar el subsidio de los combustibles. 

El subsidio, aproximadamente la mitad del total de tales ingresos, ha tenido efectos perversos: regresividad por favorecer a quienes más consumen, distorsión de los precios relativos castigando la inversión, e indisciplina fiscal. 

Los $180.000 millones del petrolerismo, dicho en otras palabras, crearon fortunas individuales pero no resolvieron los problemas del desarrollo ecuatoriano ni coadyuvaron a la capitalización del país.

Son las consecuencias del endeudamiento excesivo, caro, y de corto plazo.

Correa impulsó una doctrina de Estado insustentable y Moreno hizo más de lo mismo en vez de ponerle freno a la “mesa no servida”. 

Si Ecuador no aprovecha la oportunidad del alivio temporal, la brecha de recursos se volverá más profunda y la tirantez social más grave. Si, por el contrario, el nuevo gobierno actúa a la altura de las circunstancias, logrando excelencia y ejecutando las mejores prácticas financieras, entonces podrán hacerse correctivos futuros a la estructura del crédito público, toda vez que se trata de una actividad recurrente.