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A la voz del carnaval

Avatar del Francisco Huerta

Como no hay partidos políticos cumpliendo sus funciones, la escasa ciudadanía que poseemos tiene que organizarse para llenar ese peligroso vacío

Tenían en las viejas Selecciones, que me gustaba leer de vez en cuando, una sección titulada: La risa, remedio infalible. Eran humor blanco, suave. Para hacer sonreír, no para reír a carcajadas.

Ahora que ando malanochado (cómo no estarlo con una guerra que puede ser observada por televisión hasta altas horas de la madrugada) pese a gentilezas recibidas por la generosidad del Colegio Médico del Guayas y el Círculo Militar, siento un desasosiego que hace algún tiempo no experimentaba. Es complicado tener buen ánimo cuando a la potencial gran crisis internacional que nos amenaza, debo sumarle el negativo espectáculo de una Asamblea Nacional a la que bien se haría en cruzarle la muerte.

No puedo aplicarme esta ocasión aquello de trabajar en serio sin tomarme en serio. Veo grandes riesgos para la República y no están las cosas para bromas pero, como no encuentro una salida confiable que no sea más de lo mismo, espero que el humor sea el remedio infalible y me acuerdo de que a la voz del el carnaval todo el mundo se levanta… Eso es lo que hay que hacer, que todo el mundo se levante. Somos ahora una sociedad de instituciones sordas y pueblos mudos. Si permitimos que esto continúe así, estamos fregados, con jota.

Si las instituciones son sordas y los pueblos mudos, los que tenemos espacios para decir estamos obligados a alzar la voz.

El mundo tiene que levantarse frente a la insolencia de Putin. Él está jugando al miedo. Tiene poder atómico para generarlo. Recuerda a Hitler y sus cohetes V2 que alcanzaban, con efectividad, blancos que estaban hasta a 320 kilómetros de distancia. El problema es que ahora no tenemos un Churchill pero sí hay ciudadanos con sentido de la dignidad y han alzado su voz condenando la invasión a Ucrania.

Igual cosas tenemos que hacer en el Ecuador. Reunir a los ciudadanos que puedan alzar la voz y decir alto y fuerte: paren el circo. Ojalá estemos a tiempo.

Cruzarnos de brazos sería traición a la patria. Como no hay partidos políticos cumpliendo sus funciones, la escasa ciudadanía que poseemos tiene que organizarse para llenar ese peligroso vacío.