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¿De Rusia, con amor?

Avatar del Francisco Huerta

Sería el colmo que a la violencia, a partir de la disputa por territorio, ahora se sume la de influencia rusa’.

Creo que van para sesenta los años transcurridos desde que se exhibió en Guayaquil, teatro Presidente, una de las mejores películas de la célebre saga de Ian Fleming: Desde Rusia con amor.

Escritor y periodista, miembro del Servicio de Inteligencia Británico, Fleming logró crear todo un personaje, destacado entre varios otros: el Agente 007, que fue un gran éxito como publicación y llevada al cine.

Por entonces y pese a esto o aquello, era posible referirse a Rusia vinculándola a la palabra amor. Estos días, ello resulta más difícil. Hace falta pensar en sus grandes artistas del ballet clásico, en sus extraordinarios músicos, en sus geniales novelistas, científicos, etc., etc. y, por supuesto, sobran posibilidades mirando lejos hacia atrás, en el periodo imperial, en el de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas o en los tiempos de la referida creación cinematográfica.

Ahora, más allá de la intolerable invasión a Ucrania, la actual Rusia, que a todas luces evidencia voluntad de reconstituir su antigua grandeza territorial, nos preocupa desde hace algún tiempo a los de este lado del mundo.

Su injerencia, de distinta naturaleza en las elecciones presidenciales estadounidenses, fue una gran señal de advertencia: si desde Moscú se atrevían a meterle mano a los resultados de los comicios gringos, ¿que estaría pasando entre nosotros, cuando pensábamos que el oro ruso había dejado de circular, con fines de acción política?

Pues parece que sigue circulando. Al menos en Colombia, con extensiones en México y el Perú, hay evidencias que, por supuesto, fueron inmediatamente desmentidas pero, ¿a quién se le cree ahora o antes cuando de intereses políticos se trata?

Me permito recomendar a los flacos organismos de inteligencia del Ecuador y a otros de América Latina, que averigüen si los graves incidentes de años recientes, explicables en sus causas derivadas de una explotación que no ha cesado desde la Colonia pero, repudiables en su criminal violación de todo, tienen que ver con financiamientos rusos, cualquiera que sea su origen, siempre prohibido por la legislación al respecto.