Pandemia, corrupción y leyes

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¡Qué pena que el proyecto de ley de extinción de dominio y otras con objetivos similares continúen estancados en la Asamblea!

Me lo dijo un viejo amigo: “Con distancia y mascarilla, venceremos a la pesadilla.” Sin duda, eso es lo que le toca a los ciudadanos. Al gobierno nacional, y a los locales, les corresponde volcar sus escasos recursos en la vigilancia comunitaria y en la organización territorial. Nunca habrá suficiente número de camas para cuidado intensivo si se descuida el control comunitario, la deteccción oportuna de casos, el correspondiente cerco epidemiológico y el tratamiento en las primeras fases de la enfermedad. Madrid es la mejor prueba de una estrategia que, sabiendo lo que había que hacer, se descuidó en la respectiva aplicación práctica de la teoría.

Los rebrotes son inmediatos si se cambia el color del semáforo bajo presión. Sin duda, hay que reactivar la economía pero ello no es posible si no se recupera la certeza de que las medidas de seguridad son las requeridas y ello depende de la disciplina ciudadana y de las intervenciones gubernamentales sustentadas en información adecuada. Mientras no se logre disciplinar a la población en el uso de medidas de seguridad, persistirá el incremento de los contagiados y con ellos también el incremento del miedo, que deja vacíos a los restaurantes, a los almacenes, a los centros de esparcimiento.

Ahora, todos los datos informativos son siembra de dudas. Nadie tiene certeza de a quién creerle respecto a drogas milagrosas, conveniencia del uso de las mascarillas o hasta calidad de las futuras vacunas, desde ya incriminadas por las más fantasiosas especulaciones.

Así, la única certidumbre es el abuso de la corrupción que no titubeó, bajo garantía de impunidad, en cargar con altos sobreprecios todos los insumos que la pandemia hizo necesarios adquirir. Con lo robado les basta; les sobra para comprar abogados y algo más, y luego de una corta condena salir a disfrutar los bienes mal habidos. Debería reformarse la ley para que la pena incluya la pérdida de la libertad mientras no se reintegre lo robado. ¡Qué pena que el proyecto de ley de extinción de dominio y otras con objetivos similares continúen estancados en la Asamblea!