Columnas

Miente, que algo quedará

"Lo importante es manipular los hechos, es decir tergiversarlos o cambiarlos con la finalidad de controlar el comportamiento de los electores"

Preparémonos, la campaña electoral inició (al menos extraoficialmente) y con ella vendrán los ofrecimientos que nunca se cumplirán, el endilgar al otro las responsabilidades propias y el hacernos creer que todo está bien (desde un lado) y todo está muy mal (desde el otro lado).

Decir la verdad es lo de menos. Cual fieles discípulos de Joseph Goebbels harán uso de todos los artilugios posibles. Total, que de una mentira algo queda. Lo importante es manipular los hechos, es decir tergiversarlos o cambiarlos con la finalidad de controlar el comportamiento de los electores. Para eso está la persuasión ideológica o propaganda.

La primera referencia a la propaganda se remonta a 1622 cuando el papa Gregorio XV estableció la “Sacra Congregatio de Propaganda Fide” o Sagrada congregación para la propagación de la fe de la Iglesia católica y romana, con el fin de coordinar las acciones de la Contrarreforma contra el luteranismo.

Solomon Asch en su obra Psicología Social (1964) definió a la propaganda como “…el intento deliberado realizado por agentes especializados, para provocar vuelcos en la opinión y en el sentimiento”. Toda propaganda se orienta a la manipulación de los sentimientos individuales y colectivos, y para ello hace uso de todos los mecanismos posibles: la ocultación o distorsión de los hechos, el uso de argumentos engañosos y la mentira reiterada. Como decía Goebbles: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”.

Resulta, por ejemplo, que recién ahora el expresidente se da cuenta de quien es la persona a quien encumbró en la presidencia y a quien tuvo como segundo al mando durante cuatro años. La propaganda ha ido posicionando a Correa como opositor de su propio heredero. O el presidente Moreno y su Ministro de Salud quienes en foros internacionales destacan el excelente manejo de la crisis sanitaria, cuando la realidad nos indica que ni siquiera saben con exactitud el número de contagiados y fallecidos.

En la época del “yo no fui” y de “vivir en otra realidad”, todo es posible.